Además de soportar los graves efectos del multilateral fenómeno, esas naciones se enfrentan a una disminución cada vez más rápida de los créditos para la exportación e importación.
El Instituto de Finanzas Internacionales, la mayor asociación bancaria del mundo —380 instituciones—, prevé que este año las corrientes de capital privado hacia las economías emergentes disminuirán 82% en comparación con el año 2007, cuando alcanzaron su máximo crecimiento.
Lo anterior se ha acrecentado con la crisis de las llamadas hipotecas de alto riesgo, y ha entroncado con numerosas quiebras financieras, nacionalizaciones bancarias, intervenciones de bancos centrales, descensos en las cotizaciones bursátiles y el deterioro de la economía global real, certifican entendidos.
Como suele acontecer en épocas turbulentas, los bancos evitan arriesgarse, tratan de llenar sus arcas para evitarse problemas y endurecen las condiciones crediticias. Todo en un ambiente de escasez en la liquidez en el mercado de crédito.
Este hostil escenario también incide en Cuba, agravado por los efectos de condiciones climatológicas (tres huracanes dañaron la Isla durante el 2008), más el deterioro económico directo causado por la aplicación del bloqueo económico, comercial y financiero de Estados Unidos.
En cinco décadas sobrepasan los 93 000 millones de dólares el mal causado por la guerra económica contra la nación caribeña que —teniendo en cuenta el efecto de la devaluación del dólar y las fluctuaciones de su valor a lo largo del tiempo— equivalen a 224 600 millones de dólares a los precios actuales.
Es natural que haya que enfrentar problemas con la disponibilidad de liquidez: a menos ingresos, disminuye la capacidad de pagar en efectivo.
Necesariamente, el país ha debido reajustar su plan de desarrollo para este año y reducir proyectos en todos los órdenes que no sean los estrictamente imprescindibles.
Como nunca, se hace evidente que sería un desatino pretender vivir por encima de las posibilidades reales, empeñando a las futuras generaciones.
Cuba tiene que concentrarse en lo indispensable, revisar en detalle los procesos inversionistas, conocer bien con qué infraestructura se cuenta para llevar adelante una obra y calcular todos los gastos.
Definitivamente, la eficiencia y el ahorro son la respuesta.
*Profesor universitario e investigador.
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