domingo, 23 de agosto de 2009

Lo más revolucionario de la Revolución son sus mujeres

Leticia Martínez Hernández

Así lo definía Fidel Castro en el año 1964: "si a nosotros nos preguntaran qué es lo más revolucionario que está haciendo la Revolución es prácticamente esto: la revolución que está teniendo lugar en las mujeres de nuestro país. Si nos preguntaran cuáles son las cosas que más nos han enseñado en la Revolución, responderíamos que una de las lecciones más interesantes que los revolucionarios estamos recibiendo es la lección que nos están dando las mujeres".

Y cuántas lecciones más darían las cubanas durante casi cincuenta años. Desde aquellas que cambiaron sus batas de casa por uniformes o ropa de trabajo y comenzaron a decidir sobre su futuro y el de los hijos hasta las que hoy, medio siglo después, constituyen el 66,5% de la fuerza técnica y profesional de este país.

Por eso ahora, cuando la Federación de Mujeres Cubanas llega a 49 agostos, recuerdo los cuentos de la querida abuela sobre aquel taburete al que solía subir para fregar los platos de los "señores" y como luego del redentor enero empujó a cada uno de los suyos hacia vidas más dignas amén de los remilgos y amenazas del abuelo, mientras ella también aprendía a leer y tomaba las riendas del hogar. Pero la historia antecedía al despunte que comenzó en 1959 a no tener límites dentro de una Revolución que puso a la mujer en el centro mismo de su vorágine.

Corría la década del cincuenta, el país era un hervidero. El peso de siglos de desmanes se tornaba insoportable y miles de cubanos apostaron su vida por la Patria, entre ellos no faltaron las mujeres. Nombres como los de Lidia y Clodomira, asesinadas cobardemente, Celia, Melba, Haydée o Vilma dan fe de las raíces sensibles de la gesta rebelde. También las madres heroicas, que como dijera Fidel en el sentido discurso del 23 de agosto de 1960 son las que más han sufrido, abonaron con llanto y coraje el destino del país. Allí están las madres de Frank y Josué, la de los Ameijeiras que perdió a tres hijos, o aquella campesina de Oro de Guisa que los esbirros de Sosa Blanco le asesinaron siete hijos y el esposo.

Con semejante historia y con la urgencia de redimir a las cubanas, a solo 20 meses de aquel enero, quedó constituida la FMC como respuesta a la solicitud de las mujeres que pedían organizarse y participar. Se fusionaron así los sectores femeninos, los que encabezados por Vilma emprendieron los caminos marcados por Fidel. Comenzaría entonces la paciente y ardua labor de trastocar prejuicios. Son una muestra la incorporación de miles de campesinas y empleadas domésticas a escuelas de capacitación, los cursos de corte y costura, y la organización de círculos infantiles para las madres trabajadoras.

Casi medio siglo después los números no engañan: en enero de 1959 solo laboraban 194 000 mujeres, la mayoría de ellas en puestos de menor pago, en los años de Revolución la fuerza laboral femenina creció casi ocho veces. Mientras, ocupan el 38% de los puestos de dirección del país. Y ya pasan de 4 200 000 las mujeres agrupadas en la FMC, organización convertida en motor impulsor de nuestra cotidianidad pero que no se sienta a hablar de sus logros pues saben las federadas que aún queda mucho por forjar.

Por ello, el VIII Congreso llamó a estremecer cada delegación con el fin de convertirlas en un verdadero espacio para el debate de los problemas de las mujeres y que desde allí surjan las mejores soluciones. La fuerza real de la organización se decide en cada comunidad de ahí que no puede jugar un papel pasivo; le toca combatir y proponer, no puede limitarse a festejar su día y hacer el recuento de historias pasadas. Los tiempos que corren, más difíciles por la penetración ideológica, exigen de nuestras mujeres actuar con inteligencia y sumar a todas en ese empeño, desde la joven que arriba a los 14 años hasta la más anciana.

Resulta un desafío de esta nueva época revolucionar la forma y el contenido de las reuniones de la organización. Los temas que ahora convocan difieren de los de tiempos inaugurales y precisan de mayor motivación y creatividad para atraer a federadas de todas las edades. La mayor y más activa incorporación de las muchachas aún es tarea de primer orden, y no se superará con añejos métodos de trabajo.

Todavía existen inconformidades con la imagen de la mujer en los medios de comunicación. Ejercer una mayor influencia para desterrar de los productos comunicativos todo lo que denigre a las cubanas también ocupa a la Federación. No es raro encontrar en la pequeña pantalla videos clip que nos colocan como objeto sexual, reafirman desigualdades y vulgaridades, mientras recrean imágenes banales de la mujer y perpetúan estereotipos sexistas.

Complejo ha resultado eliminar los lastres de desigualdad que sobreviven en la conciencia de no pocas personas. Como se reconoció en el Octavo Congreso de la FMC, la discriminación indirecta aún prevalece. Subsisten obstáculos para que la mujer ocupe cargos en niveles decisorios, para ejercer la maternidad oportuna, en la desigual distribución del trabajo doméstico, en la resistencia y la crítica a que el padre solicite una licencia de paternidad y en el menor disfrute del tiempo libre de las mujeres respecto a los hombres. Aún cuando las cubanas progresan de manera considerable, lo hacen a un elevado costo de sacrificio personal.

Todas estas cuestiones hacen de este nuevo aniversario motivo para el trabajo, y no para sentarse a descansar ante sus trascendentales logros. En estos casi cincuenta años las mujeres han estado junto a la Revolución, y ahora se multiplican los motivos para continuar marchando en la misma fila y con el mismo paso. La fuerza de su presidenta Vilma Espín pervive y sigue guiando a la organización. Queda para las cubanas camino por andar, por conquistar, por revolucionar.