lunes, 20 de septiembre de 2010

Mensaje a los terrícolas

Por: Ernesto Pantaleón Medina / Televisión Camagüey

Mensaje a los terrícolas A usted, que al igual que yo habita esta especie de pelota hoy más que nunca en riesgo de volar en pedazos, dirijo estas líneas.

Quisiera llamarle compañero, pues no otra cosa somos quienes enfrentamos desde hace millones de años la misma suerte, respiramos el mismo aire y bebemos la misma agua, ese gas y ese líquido que escasearán más temprano que tarde si las cosas siguen como van, y que necesitamos todos por igual, seamos o no blancos, negros, chinos, musulmanes, católicos, judíos.

Pero temo que le moleste el vocablo, porque quizás lastime una cultura de diferencias que a muchos nos han inculcado, una acumulación de intransigencias, intolerancias y de racismo con que irracionalmente se ¿adornan? algunas civilizaciones rubias y de ojos azules.

A usted, que tal vez ha cerrado (y aún cierre) na que otra puerta, quisiera proponer un ejercicio de imaginación, nada difícil ni descabellado en los tiempos que corren… ¿de acuerdo? Allá vamos.

…el mundo (lo que quede) un día después de la última bomba.

Una persona, casi una sombra, se arrastra entre los escombros, las cenizas y el humo, respirando a través de una máscara, para evitar que el aire contaminado le calcine los pulmones… vapores venenosos brotan de las antiguas fuentes de agua.

A lo lejos, como una sombra, aparece algo parecido a un refugio, y surge la esperanza, una leve llama que titila en el fondo de su conciencia.

Se acerca a duras penas, y casi sin fuerzas comprueba que efectivamente es un refugio; la tenue llama se anima y una ola de aliento le sube desde no sabe dónde y le calienta el corazón, mientras la circulación se acelera.

Con un último resto de energía golpea la puerta, metálica, reforzada, a prueba de todo, y el ruido se propaga por el páramo sombrío como la misma muerte.

Una, dos, tres veces repite el toque…

De pronto, se entreabre una especie de mirilla y una voz áspera, ronca, vacía de todo sentimiento penetra como una lanza de hielo en su razón, para matar los últimos vestigios de voluntad y de esperanza.

¡¨ No importa quien seas, márchate, no eres de los nuestros ¨!

Fin del ejercicio de imaginación; ahora ¿Qué piensa usted?

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