lunes, 18 de mayo de 2009

Necesitamos “aterrizar” ante la crisis

LÁZARO BARREDO MEDINA

El sobreconsumo de 40 000 toneladas de combustible en el gasto eléctrico —durante los primeros cuatro meses de este año— es una expresión de que muchos compatriotas no están viviendo en este planeta, no tienen suficiente comprensión de lo que está ocurriendo en la mayoría de los países, donde el desempleo por el cierre de centros de trabajo, la pérdida de las viviendas, la suspensión del acceso a las necesidades básicas, la quiebra de bancos y otros muchos fenómenos, se han convertido en algo habitual.

La solución más fácil para enfrentar este disparatado derroche sería acudir de nuevo a las drásticas medidas de los apagones, de la parálisis de instituciones administrativas; pero el asunto es mucho más complejo, porque la demanda esencial de este instante es asimilar con plena conciencia en cada centro de trabajo, en cada vivienda, lo perentorio que resulta aplicar una férrea política de ahorro que no solamente atañe a la electricidad, sino que ha de extenderse a todo cuanto nos rodea en la vida cotidiana.

Asombra que a estas alturas muchos compañeros no aprecien la gravedad de lo que está sucediendo en el mundo, lo vean como algo ajeno y lejano y por eso no "aterrizan", no comprenden que nuestras posibilidades importadoras en las relaciones económicas están perjudicadas por las caídas de los precios de casi todos nuestros principales productos exportadores, los problemas originados en la balanza de pagos de la nación con el mundo exterior, los graves daños de los huracanes y el criminal bloqueo yanqui, sino también porque la insoportable carga de la crisis económica y financiera global afecta a todo el mundo, incluidos nuestros principales socios económicos y comerciales como Venezuela, China, Rusia, etc., y a no pocas entidades privadas empresariales y bancarias con las cuales tenemos fluidas relaciones.

La mentalidad gastadora que persiste en muchos de nosotros, como si nada estuviese ocurriendo a nuestro alrededor, se torna más intolerable en estos momentos.

Desde hace mucho tiempo se viene advirtiendo la necesidad de que cuanto hagamos con los recursos de que disponemos tenga una realización adecuada, a partir del principio de aprovechar al máximo nuestras actuales reservas productivas, tanto humanas, como materiales y financieras.

Para amortiguar los efectos de la crisis, contamos con algunas reservas que están a nuestra mano, como ofrecer respuestas verdaderas al justo reclamo que reiteradamente nos ha hecho Fidel de cuánto podemos lograr con el ahorro de combustible —incluida la evitación del robo—, y de energía si hay comprensión y disposición de los trabajadores y los dirigentes, de la sociedad en su conjunto, para hacerlo con plena conciencia de la responsabilidad que nos atañe a todos por igual en esta tarea, porque nos va a reportar un beneficio por igual a todos.

Es imprescindible cortar esa falsa y egoísta mentalidad que tiene mucha gente al pensar que cuando paga el derroche con su cuenta eléctrica del centro de trabajo o de la vivienda ya resolvió el asunto. esa quimera nos conducirá a los apagones, porque no hay más dinero y solo el sobreconsumo de estos cuatro meses le costó a la nación entre 12 y 15 millones de dólares por encima de lo previsto.

Como ha venido insistiendo también el compañero Raúl en sus últimos discursos, hay reservas en la producción nacional, sobre todo en la agricultura y la Industria Alimenticia, en la revisión y uso de los inventarios reales, en el establecimiento de normas de gastos en las actividades presupuestadas, como centros hospitalarios, escuelas, oficinas, unidades de servicios, y su cumplimiento a rajatabla para evitar los derroches y los desvíos de esos recursos; el análisis de los costos y del crecimiento sostenido de la productividad del trabajo en las fábricas y centros agrícolas.

No pocas veces, el Comandante en Jefe subrayó cómo la exigencia y la disciplina son cuestiones de moral y de principios, y solo con ambas lograremos la capacidad de superarnos a nosotros mismos.

Podemos "aguantar el palo", como se dice en buen cubano, si combatimos enérgicamente las indisciplinas, si exigimos por que cada cual cumpla con su deber y si reclamamos a nivel de cada puesto de trabajo que se analice cómo hacer mejor las cosas y producir o prestar servicios con eficiencia, pero también si los que dirigen cumplen estrictamente lo legislado y se cortan las vías para entrar en rejuegos facilistas que al final constituyen degeneraciones de conciencia porque son fuentes de corrupción, deformación del trabajo de dirección o incorrecta interpretación de la política económica orientada.

Todo lo que atente contra la racionalidad de los esfuerzos y en el uso de los recursos, venga de donde venga, es una inconsecuencia con la Revolución que no se le puede permitir a nadie.

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