Para principios de 2008 había más de 7,3 millones de personas bajo libertad condicional, en la cárcel, o libres bajo palabra, el 3,2% de todos los adultos, uno de cada 31 mayores de edad. Hay 1 de cada 9, del total de hombres de raza negra de entre 20 y 34 años, en prisión. La tasa de reincidencia siguió siendo alta: la mitad de las personas que habían sido privadas de la libertad fueron sentenciadas nuevamente en los tres años siguientes.
Organizaciones humanitarias sostienen que las armas Tasers, que propinan descargas eléctricas de alto voltaje, son ampliamente usadas en el control de presidiarios en cárceles y centros de detención provisional. Se ha seguido más de 300 casos, desde 2001, en los cuales las personas contra quienes fueron usadas estas armas murieron tras recibir el choque eléctrico. En el 2008 perecieron 69 de ellas.
Entre 2001 y 2006, 1 154 internos de prisiones estatales y federales murieron de sida y se calcula que esas cifras deben haber crecido geométricamente ante la falta de una adecuada atención médica. Algunas cárceles de EE.UU. se han convertido en "asilos" de drogadictos y pacientes con enfermedades mentales, 6 de cada 10 reclusos padecen enfermedades mentales. Las muertes en "extrañas circunstancias" son habituales y los intentos de suicidio están a la orden del día.
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