Imagen del grupo de jóvenes cubanos que recorieron las montañas de la Sierra Maestra
Unos cien jóvenes, fundamentalmente del sector campesino, encabezados por Julio Martínez, primer secretario de la UJC, realizaron una vertiginosa caminata por la Sierra Maestra
La Plata, Bartolomé Masó, Granma.— Tal vez el ardor de la noticia murió ya congelado por la lluvia. O por las horas goteadas desde el domingo, día en que cien jóvenes cubanos, la mayoría campesinos, anduvieron con el corazón a galope, descorchando historias, por montañas resbaladizas y venerables.
Pero las vivencias de ellos —muchos con zapatos lisos— en el sendero Alto de Naranjo-La Plata laten tan desbocadamente todavía que no parece inoportuno pellizcarlas hoy.
No resulta extemporáneo hablar, por ejemplo, del placer del cansancio de aquel gordito que antes de llegar a la Comandancia frenó para «coger aire». Y cuando uno de los guías le dijo montunamente: «Estás “muato” (pálido), el extenuado le respondió con el resoplo de un toro: “¿Muato?” ¡No, esstooy muerto!» y se río como si piloteara una nube de júbilo. Llegó casi de último, con el fango en las cejas, pero con los dientes al viento.
No luce novelesco hablar ahora de los ejercicios respiratorios que hubo que aplicarle a Yoyi para que pudiera rozar alguna de las 18 instalaciones rústicas y sagradas que conforman la Comandancia de La Plata. O de los «¡ay!» soltados por unos cuantos a causa de las constantes zancadillas preparadas por las piedras lisas y el fango. Tampoco se olvidan los ¡vivas!, liderados por Julito Martínez y Maday Iglesias, muy cerca de una señal que sacude, entre el río y la colina: «Casa de Fidel». Es un ranchito glorioso, en cuyo interior reposan todavía un pequeño refrigerador averiado por un disparo, una modesta cama y la pequeña mesa de trabajo, testigo de planes que ayudaron a tejer el destino de la nación cubana. Está tan bien conservado que el halo del Líder parece sentirse aún y eso estremece doblemente.
¿Cómo olvidar, mientras se evoca la caminata, las frases poéticas o descoloridas de aquellos que nunca habían tomado ese trillo abierto en medio del monte áspero? «¡Qué lindo saber que por estas mismas piedras pasaron las botas de Fidel!», decía uno mientras andaba casi a gatas. «¡Qué berocos tenían aquellas gentes que ganaron la guerra desde esta Sierra... y eran unos pocos!», expresaba un segundo al cruzar un manantial gélido y delgadísimo. «No es lo mismo que te cuenten la historia, a vivirla. ¡Esto es lo máximo!», comentaba un tercero mientras se auxiliaba en el bastón construido de una rama.
En el trayecto alguien, empapado de historia, da detalles sobre el sitio: «En la Comandancia, fundada el 1ro. de mayo de 1958, está la mano de Celia. Ese día hubo una transmisión de Radio Rebelde. Las restantes construcciones se hicieron rápido alrededor de la emisora, sin alterar el medio natural, sin talar árboles o nivelar alguna porción de tierra. Incluso, en algunas las propias plantas vivas sirvieron como columnas, horcones o bases».
Al avanzar, decenas de jóvenes se enteran que desde estos árboles mezclados con lomas Fidel dirigió la resistencia a la «Ofensiva Final» de la tiranía, iniciada el 25 de mayo de 1958. Y que desde aquí se movió a diferentes frentes de batalla hasta que, derrotada la embestida rival, se estableció de manera estable. Esa etapa permanente comprendió desde principios de agosto hasta el 16 de noviembre, fecha en que salió rumbo a la decisiva batalla de Guisa.
En medio de esas evocaciones comienza la tarde. Y un reportero, resbalando, hace una equis con el cuerpo para no caer.
Al terminar la caminata, vertiginosa, de ida y vuelta, de cinco kilómetros, nadie se arrepiente. Pocos reparan en las amenazas de las nubes negras que pasan cerca. Una cooperativista de Holguín es de las que, de regreso, señala que hubiera sido demasiado triste no llegar hasta aquí.
El reporte escribe que tal vez la noticia sea escarcha para la primera plana; pero el anecdotario de un viaje por montañas sagradas siempre será, pese a la llovizna, fulgor perenne en la página íntima de todos los que, en mayo, descorcharon un trozo de nuestra mejor historia.(Osviel Castro Medel)
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