Viriel Pérez Hernández, un joven pinareño de 27 años y Médico General Integral, desempeña su labor asistencial en comunidades del Amazonas
Viriel se ha ganado la confianza y la admiración de las poblaciones indígenas del Amazonas. Foto: Otmaro Rodríguez Díaz, especial para JRCARACAS, Venezuela.— Llegaron el 11 de junio de 2007. Ese mismo día los trasladaron hasta el Amazonas, estado situado al sur del país, sitio del que habían oído hablar desde que eran niños, por ser el pulmón verde más grande de nuestro planeta.
«Pero es también un paraje donde el hombre tiene características, costumbres y maneras de ver la vida muy diferentes a la del propio pueblo venezolano, y mucho más disímiles que las de nuestra gente. Quizá por eso, el momento más difícil para mí ha sido enfrentar la muerte en medio de la selva. Tuvimos un parto pretérmino en el ambulatorio de Atabapo, uno de sus municipios selváticos. El niño nació con aproximadamente 800 gramos de peso. Estuvimos desde las ocho de la noche del día del parto, hasta las ocho de la mañana del siguiente día, reanimándolo, sacándolo de varios paros, sin incubadora; hicimos todo lo que estuvo a nuestro alcance, pero no fue posible salvarlo. Fue muy duro perder al niño y dar la noticia a los padres, quienes no reaccionan ante la muerte igual que en cualquier otro lugar de Venezuela, y mucho menos como en Cuba, por el bajo nivel cultural que tienen o, quizá, porque para ellos es algo natural, aceptado con menos dolor, menos asombro».
Es la historia de Viriel Pérez Hernández, un joven pinareño de 27 años, Médico General Integral, que se desempeña como coordinador de la UJC en todo el Amazonas, sin dejar a un lado la labor asistencial, las visitas a las comunidades, el trabajo de terreno y las guardias en el Centro de Diagnóstico Integral (CDI) de Puerto Ayacucho, la capital del estado. En esos lugares comprobó que las condiciones de los municipios selváticos son extremadamente complejas para la labor asistencial, puesto que los pacientes que le llegan en condiciones graves, hay que remitirlos a la capital, ya sea por vía fluvial o por vía aérea, pero después de las cinco de la tarde ya no hay apoyo aéreo y la vía fluvial es un poco complicada porque el río de noche es prácticamente innavegable.
Primero en San Fernando de Atabapo, luego en el Ambulatorio Parhueña, y ahora en Puerto Ayacucho, Viriel se ha hecho un médico de verdad, y no siempre con todos los recursos necesarios. Ese permanente desafío «es lo mejor que me ha podido suceder porque me ha convertido en otro ser humano», y es el responsable de su momento más feliz hasta el día de hoy.
«Para mí era un sueño visitar la selva del Amazonas. Desde niño escuchamos hablar tanto de ese lugar, de sus riquezas naturales, de la existencia todavía de comunidades indígenas... Primero nos sobrecogimos un poco, pero después sentimos una gran emoción. A los médicos cubanos vienen a verlos personas de más de 60 o 70 comunidades. Pueden haber caminado tres, cuatro, hasta seis horas, o un día, para llegar al pueblo cabecera del municipio».
Atabapo: La selva y su gente
«El viaje de Caracas al Amazonas fue un poco agotador. Casi doce horas de camino. Llegamos en la noche. Estaba lloviendo. Éramos cuatro compañeros. Primero nos ubicaron en una brigada militar. Allí estuvimos alrededor de 15 días, haciendo el curso introductorio para asumir la misión. Luego nos dieron la ubicación definitiva, en un municipio selvático del Amazonas que se llama San Fernando de Atabapo, capital del estado hasta 1913 y, dentro de los municipios selváticos, quizá el que más desarrollo tiene. Pero es un desarrollo entre comillas. Todo allí nos impactó. Así comenzó nuestra misión. Los únicos médicos que habían llegado a ese lugar y que estarían allí, éramos nosotros.
«Trabajar con los pacientes indígenas es muy difícil. El indio es una persona que se levanta muy temprano en la mañana. Asiste a la consulta a primera hora. Cuando uno llega, ya están todos allí, te encuentras una cola enorme y, prácticamente, todos vienen siempre con las mismas patologías, ya sean infecciones respiratorias agudas, parasitismo intestinal y, sobre todo, dos enfermedades muy importantes que son el dengue y el paludismo. En Cuba uno no las ve, o no se relaciona con ellas, y aquí son el pan nuestro de cada día. Estamos en una zona endémica.
«En Atabapo además hicimos partos. Nunca antes nos habíamos enfrentado a esa situación. Luego de la alegría y la satisfacción que provoca que todo salga bien, experimentas una nueva sensación, de orgullo pudiera decirte, y es cuando quieren ponerle el nombre tuyo al niño o la niña que nace. Hay unos cuantos Virieles en el Amazonas».
Ambulatorio parhueña: La convivencia
«En el Ambulatorio Parhueña, dentro del mismo estado Amazonas, atendimos otro tipo de etnia indígena. Aunque ya no estábamos en un municipio selvático, sino más cerca de la capital, no hay mucha diferencia en las condiciones de vida. Son muy difíciles de tratar las comunidades indígenas. Hasta que no pasa un mes y tanto con ellos, no te reconocen como el médico, su amigo... Y atender a las mujeres resulta mucho más difícil. De hecho, cuando ellas llegan a la consulta con su pareja, el hombre es quien habla, quien refiere los síntomas, quien nos cuenta sobre lo que ella siente. Pero nosotros hemos logrado cambiar un poco eso, con mucha labor educativa, hablando con las personas y con las parejas a tal punto que, hoy, las mujeres llegan y se dejan examinar. Incluso, invitamos a su compañero a la consulta para que él también participe.
«Los niños de acá, además de que tienen características muy específicas, viven en condiciones muy precarias, sobre todo en los municipios selváticos. Desde el punto de vista familiar, el funcionamiento de este núcleo y la relación de sus padres, hermanos o parientes en nada se parece a lo que nosotros estamos acostumbrados en Cuba. En nuestro país hay un cuidado constante y hasta sobreprotección con los niños. Aquí no es así. Ellos viven su vida solos. Vas a los ríos y te encuentras a un niño de uno, dos o tres años, solo, jugando o bañándose en ese río que puede tener tres y cuatro metros de profundidad. No hay percepción del riesgo. Eso trae consigo la proliferación de enfermedades transmisibles, como el parasitismo intestinal o las infecciones respiratorias agudas. También influyen las condiciones de la casa, abundan los pisos de piedra, el zinc o la tela, que no los protegen de factores externos como la humedad y el sol. Además, están los hábitos alimentarios».
—¿Cómo hiciste nuevos amigos?
—Tuve que apelar a la ética. El paciente indígena ve al médico como un ser muy superior a ellos, que no pertenece a este mundo; de ahí que está pendiente del más mínimo detalle en tu comportamiento. Y esa ética médica aprendida en nuestro país, se completa con el trato que le dispensas en cada momento. Tienes que ganarte su confianza. Luego el cariño es recíproco.
Puerto Ayacucho: La docencia
«Puerto Ayacucho es el municipio cabecera del Estado. Lo nuevo aquí fue la docencia. De repente, sin dejar nuestro trabajo en varios consultorios, nos vimos involucrados en el proceso de formación docente de los estudiantes del programa venezolano de Medicina Integral Comunitaria (MIC), una iniciativa del presidente Chávez, con el apoyo de galenos de nuestro país. Fue una experiencia inédita y muy enriquecedora, porque nunca habíamos impartido clases».
Un pueblo necesitado
«Fue el estado Amazonas el sitio elegido para que médicos y especialistas de la Isla, con el concurso de personal venezolano, realizaran el estudio psicosocial, pedagógico y clínico-genético de las personas con discapacidad, como integrantes de la Misión José Gregorio Hernández. Digo elegido en el sentido de que se aplicó a gran escala, casa por casa, comunidad por comunidad, municipio por municipio, hasta en los sitios más insospechados. Salíamos desde la madrugada y hasta bien entrada la tarde. Acompañamos a los equipos de la José Gregorio por el conocimiento que teníamos del lugar y de las características de sus habitantes. Esta es una de las misiones más importantes de la Revolución Bolivariana.
«Todo este tiempo me ha enseñado a extremar mi sensibilidad, como ser humano y como médico. No imagino a un profesional de la salud sin una gran capacidad de humanidad y de altruismo para atender a un paciente. Toda la teoría aprendida durante nuestra estancia en la facultad y en el poco tiempo de postgrado que estuvimos trabajando en nuestro país, no se comparan nunca con toda la experiencia que hemos adquirido aquí. Estas personas están necesitadas de atención integral. Eso ya está comenzando a suceder con las misiones sociales, sobre todo con la médica. Se está haciendo la Revolución en el estado Amazonas. Así lo percibe su pueblo y te lo demuestran con inmensa gratitud. ¿Qué más puede pedir un joven cubano en su primera misión internacionalista?».(Agnerys Rodríguez Gavilán)
No hay comentarios:
Publicar un comentario