miércoles, 8 de septiembre de 2010

El ómnibus amarillo

Por: María del Carmen Fuentes / Televisión Camagüey

Tal vez mi asociación de ideas pudiera parecer simple, pero no me avergüenza. Ahora que conocemos de la muerte de Lucius Walker hago un rápido recuento de la presencia de ese magnífico ser humano entre nosotros los cubanos, y entonces pienso en esa idea que de forma involuntaria siempre venía a la mente cuando en las calles de mi Camagüey veía un ómnibus amarillo, esos transportes escolares de los Estados Unidos que han sido símbolos del gesto repetido año tras año por los Pastores por la Paz.

En pleno Período Especial (1992), el Reverendo que se hizo parte de este pueblo porque nos identificaron la dignidad, la valentía, el amor..., nos demostró su fe verdadera por las causas justas, por el hombre y la mujer de una isla que le reciprocaba el mismo amor tanto a él como a sus caravanistas.

Entonces cuando la crisis arreciaba y las presiones imperiales sofocaban más y más, Lucius trasgredió fronteras, leyes, absurdos porque los cubanos necesitábamos medicamentos, tecnología para escuelas, hospitales, centros laborales y algún que otro medio de transporte que ayudara en medio de tantas carencias. Y así llegó uno u otro ómnibus amarillo a diferentes puntos de la geografía cubana, y era inevitable pensar en ellos, los caravanistas por la paz que seguían a Lucius Walker.

Pero a cada una de estas personas, de estos norteamericanos, no les bastó; enfrentaron la prepotencia, las sanciones, y también entregaron su sudor en campamentos de solidaridad y así la prédica religiosa de ayudar al prójimo no pudo ser más concreta. Manos que construyeron allí donde más falta hizo.

A Lucius Walker, orgulloso de romper, una y otra vez, el bloqueo, lo vimos feliz junto a Fidel, también una y otra vez en todos estos años de duras batallas. Ambos se admiraban y eso se notaba en las imágenes o las instántaneas. El Comandante seguro encontraba además en él a un incansable luchador por la libertad de nuestrso 5 Héroes encarcelados en los Estados Unidos, y sólo eso bastaba, aunque había más, mucho más de ese hombre que hasta el último minuto de su vida pensó y actuó con la honestidad de los grandes.

Por las legendarias calles de mi Camagüey transita aún uno de esos ómnibus amarillos; al verle le rendiré a usted Lucius Walker un tributo silencioso, que será el agradecimiento eterno de todos los que aquí apreciamos el desprendimiento de su vida.

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