martes, 28 de julio de 2009

S.O.S. Humanidad

Por: Ernesto Pantaleón Medina | Televisión Camagüey

Hace algún tiempo, un canal de documentales transmitía lo que para el mundo entero era un suceso: En Colorado, Estados Unidos, una mujer puso en marcha un servicio de ambulancias, con todo tipo de equipamiento… nada menos que para mascotas.

En otros programas televisivos se daba cuenta del rescate de una yegua atrapada en los pantanos de La Florida, de un caballo en Arizona, de un ganso en un lago helado, y de un pajarillo enredado en un hilo a siete pisos de altura.

Mientras, una hermosa águila con serios problemas de la visión que la habrían condenado a morir de hambre o estrellada en su hábitat natural, era operada de cataratas, con el exitoso implante de una lente ocular.

Todo digno de aplausos, de aparecer en los más importantes medios de comunicación, como ejemplos a imitar.

Sin embargo ¿serviría esa palabra: “imitar” para mover la conciencia de quienes no se inmutan cuando mueren millones de niños en todo el mundo por hambre o por enfermedades perfectamente curables? Sólo con un poco de preocupación y de ocupación esa tragedia sería evitable.

O cabe otra interrogante: ¿podrían imitar esos actos de bondad sin límites hacia la naturaleza y sus habitantes irracionales quienes lanzan (u ordenan lanzar) misiles y bombas “inteligentes” sobre Irak o Afganistán, los mismos que han provisto eficazmente los arsenales de Israel y cierran ojos y oídos cuando mueren cientos de palestinos?

¿Sufrirían por cargos de conciencia aquellos que han reducido a polvo y escombros una buena parte de lo mejor del patrimonio universal, en una letal cruzada en pos del petróleo?

¿No duele en lo más hondo que se empleen alimentos como el maíz y la caña de azúcar para producir bio-combustibles, a sabiendas de que esa decisión condena al hambre a millones de personas?
¿Y qué decir de los que en las mismas “potencias” perecen de frío en una gélida noche, intentando cubrirse con periódicos y harapos?

¿Qué sentiría alguna de esas personas de buenos sentimientos si se detuviera a pensar que desde hace casi medio siglo, los habitantes de una isla en el Caribe sufren penurias debido a un feroz bloqueo que no se justificaría ni en el hipotético caso de una declaración de guerra?

Si se responden con sinceridad esas preguntas, sólo cabe una conclusión:
Ya es hora de que se constituya una Sociedad Protectora de los Seres Humanos, esos que quizás en igual o mayor medida que una anaconda, un koala o un elefante, están en inminente peligro de extinción.

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