martes, 28 de julio de 2009

Si los 8 pensaran…

por Ernesto Pantaleón Medina / Televisión Camagüey

Hace algunas semanas Italia fue escenario de una reunión que debió (o al menos pudo haber sido) importante: la del llamado Grupo de los 8.

Pero no fue así y concluyó con más ruido que nueces, sin penas ni glorias, lo que obliga a pensar: ¿Para qué se sientan a la mesa, como no sea para ver sus rostros bien comidos y mejor bebidos los representantes de las potencias?

Porque no piense usted que lo hacen para salvar al mundo, ni para pensar en el futuro de los millones de hambrientos, o de quienes mueren cada día de enfermedades curables. De otro modo no se explicaría el viaje de la señora Clinton a la tierra de Ghandi en días recientes, para entre otras buenas razones, acordar la venta de armas por valor de 30 000 Millones de dólares, para que La India “renueve sus arsenales”. Sin embargo, lo que perseguía la secretaria de Estado con su visita era más bien lograr cierta estabilidad en la zona, que le permita a los Estados Unidos emplear a Pakistán en su “cruzada contra el terrorismo”.

Sería interesante sólo por un momento, pensar cuántas vacunas, hospitales, escuelas, obras hidráulicas, podrían lograrse con 30 000 millones en Asia, África o América Latina.

Pero nada más lejos del actuar de los gigantes del G-8; ellos no se ocupan de hacer mejor el planeta para sus habitantes, sino de cómo resolver el agotamiento de las fuentes de energía como el petróleo, a partir de la producción de los bio combustibles (o lo que es igual, quemar el alimento principal en naciones pobres) o de vender más bombas y misiles, porque si no ¿para qué fabricarlos?... Vivan las ganancias.

Es así que, más allá de los espacios estelares en la televisión o los grandes diarios, las reuniones del grupo acaparan la atención de esas personas que gritan, enarbolan carteles y consignas, e incluso lanzan alguna que otra piedra, esos que sumen en el aislamiento a los “grandes”, algo que no alcanzan a esconder ni los mismos súper medios, aquellos que bailan al compás de quien les paga.

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