Tras varias décadas sin sufrir el impacto directo de un huracán, en el 2008 los camagüeyanos soportaron por partida doble la furia de estos engendros de la madre naturaleza, al recibir los embates del Ike y Paloma con solo dos meses de diferencia.
De forma rápida se trabajó en la revitalización de las telecomunicaciones y otros servicios.
El primero en romper tan prolongada tregua fue el Ike al azotar el territorio agramontino en el transcurso de la madrugada y la mañana del lunes 8 de septiembre, acompañado por rachas de viento de hasta 198 kilómetros por hora, reportados en la estación de Palo Seco, e intensas precipitaciones, cuyos acumulados promedio estuvieron entre los 150 y los 200 milímetros.
Durante su recorrido (entró por las inmediaciones del poblado de Galvis y salió al mar muy próximo al río San Pedro, en Vertientes), el meteoro provocó daños en todos los municipios de la provincia. Las mayores afectaciones se concentraron en los de Nuevitas, Guáimaro, Sibanicú, Camagüey, Florida, Vertientes, Minas y Najasa. Sin embargo, en ninguno de ellos hubo que lamentar la pérdida de vidas humanas.
A pesar del esfuerzo realizado, la recuperación de la totalidad de las viviendas dañadas puede demorar algunos años.
Fueron protegidas en lugares seguros 268 786 personas, de las cuales 58 596 lo hicieron en albergues y 210 190 en casas de familiares y vecinos.
El impacto de los vientos de este organismo tropical ocasionó grandes estragos en el servicio eléctrico. También perjudicó cientos de escuelas, instituciones de salud, establecimientos comerciales, instalaciones deportivas, culturales, agropecuarias, avícolas, cañeras, viales, hoteles, bases de campismo y otras.
Procedente del mar Caribe occidental y con serias pretensiones de parecerse por fecha, trayectoria e intensidad al tristemente célebre huracán de 1932, Paloma impactó a la provincia en la noche del 8 de noviembre al oeste y cerca del poblado de Santa Cruz del Sur, pero debido a condiciones muy desfavorables en la atmósfera superior, se debilitó rápidamente en su tránsito de sur a norte.
Sin embargo, el efecto combinado de los fuertes vientos y la notable inundación costera por penetración del mar que abarcó más de un kilómetro tierra adentro, devastó unas 400 casas de trabajadores de la pesca situadas a poca distancia del litoral, y dañó otros cientos.
Las lluvias asociadas a Paloma se hicieron sentir con mayor intensidad en los municipios de Najasa y Guáimaro, provocando inundaciones en zonas bajas de varios poblados.
En las evaluaciones recientes hechas por el Consejo de Defensa Provincial, referidas al enfrentamiento y recuperación de los huracanes, se destacó la meritoria labor desplegada por los trabajadores sociales en la atención a los damnificados y en el levantamiento de las pérdidas de bienes y recursos en el propio poblado de Santa Cruz.
Asimismo pudo garantizarse la entrega inmediata de materiales de construcción a las personas más necesitadas, activándose el mecanismo de suministro directo a nivel de Zonas de Defensa. Los tres centros de gestión para la Reducción de Riesgo y los seis sistemas de alerta temprana trabajaron con eficiencia en la información al pueblo y en la transmisión de partes.
Fueron creadas, además, brigadas especializadas en labores de saneamiento y recogida de desechos sólidos, con la participación de las comunidades, las FAR, el MININT y los organismos de la Administración Central del Estado.
La provincia logró revitalizar los servicios básicos a la población, las producciones agropecuarias y buena parte de la infraestructura económica y social.
En relación con la vivienda, de las 9 651 completamente derribadas por los dos fenómenos naturales, hasta el 4 de mayo pudieron recuperarse 902, mientras que de las 10 462 afectadas parcialmente, han sido rehabilitadas 2 405. A pesar del gran esfuerzo hecho en esta dirección, y el que se continuará realizando el problema aún demorará años en resolverse.
Más allá de los positivos resultados mencionados, debemos preguntarnos y reflexionar también sobre cuánto se perdió por falta de previsión, o porque, como planteó el General de Ejército Raúl Castro en la reciente Reunión Ampliada del Consejo de Defensa Nacional, aún se mantienen viejos problemas sin una solución adecuada, y también existen indicaciones que no han sido totalmente cumplidas.
En el informe sobre la marcha de la recuperación se identifican insuficiencias que deben eliminarse de forma gradual para reducir los impactos de otros ciclones tropicales en el futuro.
Por ejemplo, en muchas empresas y organismos todavía no están correctamente diseñados los planes para casos de desastres, según establece la Directiva No. 1/05 del Vicepresidente del Consejo de Defensa Nacional.
Hubo entidades donde se cometieron errores a la hora de asegurar los techos en naves, almacenes y otras edificaciones. Tampoco se previó la magnitud de las inundaciones que asociadas al paso del huracán Ike tuvieron lugar en la ciudad de Camagüey, y las provocadas por el vertimiento de la presa Najasa II, en Santa Cruz del Sur.
La ausencia de la tantas veces reclamada cultura de la sistematicidad sale a la palestra al reconocerse que durante todo el año la limpieza de zanjas y alcantarillas, la poda de árboles y otras labores preventivas para enfrentar la temporada ciclónica no fueron cumplidas como es debido, lo que de conjunto con la inusitada crecida de varios ríos como el Hatibonico, en la ciudad de los tinajones provocó inundaciones de gran magnitud en diferentes barrios que crearon una situación en extremo compleja.
Con la llegada del semestre de los ciclones a la vista, vale poner coto a la falta de exigencia y organización, a la carencia de la tan necesaria mentalidad previsora. Lo que hagamos con antelación será determinante para disminuir riesgos y el costo económico de las afectaciones.
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