Con pocos días de diferencia, la invasión había comenzado. Las columnas 2 y 8 se desplazaban casi paralelamente en los llanos orientales. Camilo cruzó detrás de la columna del Che el río Salado. Casi al amanecer arribaron al campamento de la "Ciro Redondo". Che dormitaba en su hamaca y Camilo llevó su caballo azuzándolo hasta que derribó al Che. Desde el suelo, enredado con la frazada, Che reía como un niño.
—Ya la pagarás, ya la pagarás...
—¿No te da pena estar durmiendo a estas horas?
Y ambos reían de lo lindo. El Che gozaba como nadie de las "camiladas".
(Narrado por Walfrido Pérez)
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