lunes, 2 de agosto de 2010

Claustrofobia

Por: Luis Enrique Perdomo Silva / Televisión Camagüey kikeperdomo@gmail.com

“Soy una abierta ventana que escucha, por donde ver tenebrosa la vida. Pero hay un rayo de luz en la lucha, que siempre deja la sombra vencida”
Miguel Hernández

Geraldo en PrisiónTodavía recuerdo aquel episodio de la popular serie norteamericana “CSI” donde uno de los criminalistas fue enterrado vivo, acompañado solo de un arma de fuego, una grabadora de periodista –por si quería dejar testamento- y una luz enceguecedora.


Mientras sus colegas miraban por una webcam cada uno de los instantes fatídicos de Nick y una manada de hormigas se aprestaban a aguijonearle, la voz de su victimario llegaba al sarcófago en tono de venganza y lo conminaba a quitarse la vida pues meses atrás el integrante del equipo investigador había encontrado una evidencia que inculpaba a uno de los familiares del secuestrador.

La perversa y genial imaginación de Quentin Tarantino, uno de los guionistas de aquel capítulo nombrado “Peligro Sepulcral”, me viene a la mente en estos momentos cuando el preso político cubano Gerardo Hernández Nordelo permanece en una celda de castigo llamada “el hueco”, en la cárcel norteamericana de Victorville, en California.

También repaso los crímenes de Hitler, cuando enterraba vivos a muchos que no pertenecían a su raza y pienso en los fallecidos en el submarino ruso Kursk, los mineros de China que perdieron su vida o la historia de una niña cubana que murió asfixiada en una bóveda de un banco, al quedarse dormida luego de cerrarse herméticamente aquella cripta.

¿El inventario de escenas puede ser más abarcador y espeluznante? Quizá. Confieso que la claustrofobia que enumero me sobresalta. Qué dirán hombres que sufrieron encierro como Nelson Mandela, Miguel Hernández o el camagüeyano Orlando Cardoso Villavicencio. Qué diría, en estos mismos minutos, el propio Gerardo, testigo de estos castigos y angustias en los que su libertad física y psicológica es atropellada por sus carceleros.

Cuando escuchemos el nombre de este antiterrorista, inmerso en un proceso de apelación (Habeas Corpus), recordemos las dimensiones de dos metros de largo y un metro de ancho de esa celda donde permanece injustamente. Allí, a más de 35 grados celsius de calor y con delicada situación de salud, comparte con otro prisionero esa oscuridad donde “falta el espacio y se ha hundido la risa”.

Se dice fácil, se leen declaraciones, se escuchan silencios. Pero Gerardo vive la tortura en carne propia. Como el personaje de “CSI Las Vegas”, también a él puede acabársele el oxigeno y la paciencia. Como el Nick que escribió Tarantino en la quinta temporada, también él es víctima de una venganza cuidadosamente planeada.

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