por Néstor Núñez / Servicio Especial de la AIN
La noticia apareció sin mayor destaque el pasado 16 de octubre. El déficit presupuestario norteamericano alcanzó la cifra récord de 1,4 billones de dólares en el recién terminado año fiscal 2009, ya que la severa recesión y diversos rescates ofrecidos por la Casa Blanca a los tahúres causantes de la crisis global abrieron el enorme socavón en el erario público.
Aunque el total fue algo inferior a los cálculos iniciales de Washington, formulados en agosto último, la suma de cierre representa casi once por ciento de la producción real de la, por el momento, primera potencia del orbe, y se trata además del déficit más elevado en la historia estadounidense desde la Segunda Guerra Mundial.
Hay más. Otra nota aseguraba que la confianza del consumidor estadounidense cayó por encima de lo calculado en este octubre ante los fuertes temores de que la actual depauperación de las finanzas personales no se recuperará prontamente en medio de la peor recesión en décadas.
De hecho, la capacidad de compra de los norteamericanos enfrenta su declive más profundo y prolongado en los últimos 60 años.
¿Es casual entonces que sean cada vez más los que en el planeta piensan y actúan para independizarse de los nocivos lazos con la moneda de un país sumergido en tan abismal bache?
Hace poco se originó una enorme algarabía en Wall Strett, la cuna de la debacle global, cuando se dijo que países suministradores de petróleo estudiaban cancelar sus operaciones energéticas en dólares y pasar al uso de otras monedas más estables.
Precisamente cuando se informaba del enorme déficit fiscal norteamericano para este año, las naciones integrantes de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, reunidas en la ciudad boliviana de Cochabamba, concretaban el deceso del billete verde en sus vínculos comerciales.
En efecto, el ALBA funcionará muy pronto mediante un Sistema Único de Compensación Regional (SUCRE), que será el medio de pago para todas las operaciones de comercio exterior entre los miembros del bloque, y rompe la dependencia con respecto a la moneda norteamericana.
Esta opción se aleja de los vaivenes de un medio de cambio inseguro, depauperado, y atado a una economía que no ofrece garantía, estabilidad y seriedad.
El SUCRE está llamado a concretarse en moneda única para las naciones del ALBA en un futuro cercano, como lo es hoy el Euro en el caso del Viejo Continente.
A la vez, para América Latina y el Caribe, esta decisión tiene un doble y trascendental sentido: la concreción de la independencia económica y el fortalecimiento de la libertad política, por cuanto el patrón monetario imperial desparece de nuestras vidas.
Y es que, como bien dijera Evo Morales en la cita de Cochabamba, “donde está Estados Unidos, siempre perjudica el desarrollo de nuestro países…” Es un diablo del que hay que zafarse. (Por Néstor Núñez)
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