Fue pura casualidad lo que nos llevó hasta el arrasado boulevard. Esquivando escombros, calles obstruidas, tranques del tráfico¼ entramos a Dessalines, donde cientos de haitianos desesperados irrumpen en los comercios, mientras a la policía haitiana y a la MINUSTAH les resulta casi imposible mantener el orden, aun a punta de pistola. Todos corren de un lado a otro buscando qué llevarse. Lo que se oculta bajo los escombros puede ser el sustento para estos días que pintan infernales.
El hambre y la falta de dinero los empujan a arriesgar sus vidas cuando con palos, tubos y herramientas horadan las paredes resentidas por el terremoto. Parece no importarles tal peligro, quizás el llanto de sus hijos en el quimbo sea ya irresistible. Cualquier cosa puede ayudarlos a sobrevivir. Hay quien encuentra zapatos, ropas, comida, medicinas¼ hay también quien espera en la calle para sustraer lo ya robado. En algunas de las tiendas, o en las ruinas de ellas, están apostados sus dueños, quien se acerque puede recibir una respuesta violenta. Pero los ánimos ya están caldeados y el desespero ciega.
Se cumplió una semana del temblor de esta tierra, aunque su gente continúa estremeciéndose.
Haití: el infierno de este mundo (I)
Haití: el infierno de este mundo (II)
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