lunes, 30 de noviembre de 2009

Las enseñanzas del llamado Período Especial

Por Ernesto Pantaleón Medina /Televisión Camagüey

Las dificultades, los obstáculos, nos incomodan y más de una vez nos lastiman, pero más allá de esta innegable realidad, lo cierto es que constituyen retos que ponen a prueba la voluntad y nos hacen crecer.

Cuba, en los años 80 del pasado siglo, a pesar de ser un país en vías de desarrollo y acosado por el más feroz bloqueo, vivía tiempos de relativa bonanza económica y productiva, gracias en primer lugar al suministro de recursos procedentes del Campo Socialista, que representaban el 85% del total de importaciones.

En l985, el aumento per cápita anual del consumo y los servicios a la población era de alrededor del 3%, y el ingreso real crecía cada año. El suministro medio diario de calorías estaba en el orden de las 3 500, muy por encima de la media mínima establecida por la FAO.

El Producto Interno Bruto superara los 24 000 millones de dólares, con una participación de la industria del 50%.

Creció la mecanización, se crearon numerosas fábricas y la electrificación alcanzó alrededor del 90%; se comenzó la construcción de la Central Nuclear de Cienfuegos y se levantaban más de 70 000 viviendas por año.

Camagüey, provincia eminentemente agropecuaria, producía anualmente casi l0 000 toneladas de carne de cerdo, 300 millones de huevos e igual cantidad de litros de leche. Los insumos para tales resultados eran impresionantes: 200 000 toneladas de pienso, abundante miel de caña para alimento del ganado, y el combustible se media por miles de toneladas.

Pero cayó el Campo Socialista y descendieron de manera vertiginosa los aseguramientos, hasta llegar a niveles que hicieron pensar a los cubanos en una “Opción Cero”.

Las dificultades, las amenazas, los retos, demostraron cuánta capacidad de resistencia existía en el pueblo, y cuánto potencial en la iniciativa, el talento y la voluntad de hacer más con menos, frase que devino consigna y razón de ser en la isla.

No se hundió el país en las profundidades del Caribe, ni claudicaron los hijos de esta tierra. La batalla por la supervivencia se prolongó y aún continúa, cada día con nuevos matices, pero se avanza.

Tomemos un sector como referencia: la producción lechera:

Aunque aún quedan lejos los 300 millones de litros anuales que se alcanzaban en la provincia de Camagüey, se acorta cada vez más la diferencia, y ya en el actual 2009 la cifra sobrepasará los ll0 millones, de ellos más de 90 entregados a la industria láctea.

Nuevas estrategias propiciaron notables avances en el sector campesino y las cooperativas, entre las cuales existe hoy un grupo de más de 30 colectivos que totalizan o se aproximan al millón de litros anualmente.

Todo ello con un mínimo de recursos, con tracción animal, alimentos naturales para el rebaño (caña de azúcar y king grass, una gramínea con altos contenidos de nutrientes), ordeño manual en lugar de los mecanizados que existían hace dos décadas, pero sobe todo, mucho sentido de pertenencia y amor a la tierra.

No se ha cerrado ninguna escuela, los hospitales siguen su cotidiano quehacer –-con altibajos propios del factor humano y con las carencias conocidas— nadie ha quedado sin empleo y ningún niño padece el peor flagelo que azota a la humanidad: el hambre.

Hemos aprendido, salvamos los obstáculos y crecemos, así que bien podemos agradecer, el día de mañana, las enseñanzas de una dura etapa en la historia de Cuba: el Período Especial, que con tanto rigor nos azotó, pero que sacó, de muy adentro, lo mejor de cada uno.

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