sábado, 17 de octubre de 2009

Ola de mortal veneno

Neutraliza Cuba una vez más

Narcotraficantes internacionales vuelven a lanzar por la borda una mortal carga de marihuana. Un haz de miradas y de manos impide que los indeseables bultos intoxiquen los pulmones del territorio nacional

Pastor Batista Valdés

MANATÍ Las Tunas.— Como los demás soldados y combatientes del puesto fronterizo, Leandro Almaguer Rivero pudiera estar inmerso en las actividades cotidianas de preparación táctica, física, política... pero una vez más la codicia inescrupulosa de narcotraficantes internacionales ha obligado a activar el sistema multilineal cubano de enfrentamiento a la droga, para impedir que bultos de marihuana lanzados al mar desde una embarcación averiada penetren en la profundidad del territorio.

Apenas ocurre el hallazgo, nuestros combatientes informan el hecho y preservan el lugar.

Casi 72 horas han transcurrido desde que se inició la operación: tres jornadas de fatigosa marcha, día y noche, con el sol a cuestas o linterna en mano bajo la luna, por bancos de arena donde la bota se hunde y puja o entre las callosidades del diente de perro, a lo largo de kilómetros que se tornan leguas interminables...

"Pero vale la pena todo este sacrificio porque, en esencia, estamos protegiendo a nuestro pueblo del vicio y de la muerte". Así le oí decir una vez al suboficial Yoicel Martínez Ricardo, quien luego de concluir su servicio militar decidió continuar ofreciendo su contribución como guardafrontera.

Pensando precisamente en esa realidad avanza el joven manatiense, cuando la apariencia difusa de un paquete acapara la atención de quienes le acompañaban en la búsqueda.

Fotos del AutorPunto elevado de observación.

Y, efectivamente, ahí está el indeseable bulto: achatado, comprimido, más bien redondo en las puntas, forrado en nylon y con una precinta de color amarillento por encima.

"En estos casos —explica el soldado Leandro— procedemos rápidamente a preservar intacto el lugar, no manipulamos lo encontrado, mantenemos la observación, avisamos de inmediato al puesto y esperamos orientaciones."

No es este el único hallazgo durante las intensas jornadas. Similares descubrimientos tienen lugar en otros segmentos del litoral bajo responsabilidad del puesto. Una vez más ha sido acertado el pronóstico de los especialistas de acuerdo con el probable cono de deriva.

En impenetrable y mancomunada barrera contra el vicio, este puesto fronterizo y otro contiguo han logrado detectar y neutralizar paquetes por un peso total superior a los 100 kilogramos de droga, además de numerosas envolturas vacías, cuyo contenido es incinerado junto al sargazo, al recalar también en la costa.

miradas y manos actúan a tiempo para impedir que la droga entre a territorio cubano.

EL CHASCO DEL EDUARDOÑO

Pensaron los nueve tripulantes del yate Eduardoño (en este caso jamaicanos y bahamenses) que abriendo aquellos bultos y dispersando su mortífero contenido sobre las olas, podrían engañar a las autoridades cubanas, impedir la obtención de pruebas, eludir responsabilidades.

La pericia, en cambio, de los especialistas encargados del enfrentamiento en ese campo, demostró de manera irrefutable la correspondencia entre aquella droga (atípica, transgénica, de ramas más fibrosas, conocida como cáñamo indio) y las frustradas intenciones de quienes lanzaron por la borda su mortífera carga, destinada a llenar de dólares unos pocos bolsillos, a cambio de perversión, enfermedad, sufrimiento y muerte entre miles y miles de víctimas dedicadas al consumo de la marihuana y de otros narcóticos.

Por ello, atacados por mosquitos, jejenes, sol, lluvia, sed, fatiga y otras adversidades, cientos de jóvenes observan, recorren, palpan y defienden palmo a palmo las costas cubanas, sobre todo en aquellos segmentos donde mayores son las posibilidades de que recale ese veneno empacado, ajeno por completo a la limpia esencia del proyecto social cubano.

"Hay que estar loco para consumir marihuana, cocaína o cualquier droga —comenta Sergio Cañete Alcolea, soldado también del puesto fronterizo— y hay que ser un verdadero criminal para traficar con ella, sabiendo las consecuencias que trae para el que la consume.

"Esa es una de las muchas cosas que he aprendido durante todo este tiempo como guardafrontera. Me quedan 72 horas para terminar el servicio militar; mi familia me está esperando con los brazos abiertos, cuando llegue a casa mi hijo Cristian César estará cumpliendo su primer año... y creo que el mejor regalo que puedo hacerle es educarlo bien, abrirle el camino y guiarlo para que estudie, se supere y jamás caiga en un vicio como el de la droga, que destruye a millones de jóvenes en el mundo."

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