Pese a los muchos ejemplos de eficiencia agrícola que mediante prácticas agroecológicas pueden mostrarse en Cuba y en otras partes del mundo, aún quedan escépticos que desconfían del empleo de estos métodos en sustitución de los productos industriales tradicionalmente empleados.
Por suerte no son mayoría, pero hay quienes piensan que su impulso constituye para el país una tarea coyuntural, una opción impuesta por la escasez de combustibles, fertilizantes, pesticidas y otros recursos que se han afrontado en los últimos años.
No deja de ser cierto que las limitaciones materiales generadas por la desaparición del campo socialista en Europa y el endurecimiento del bloqueo de Estados Unidos, son factores que deben tenerse en cuenta cuando se analizan el presente y el futuro de la agricultura cubana.
Sin embargo, las acciones agroecológicas tienen propósitos más trascendentes y se basan en proyecciones estratégicas de mayor alcance del que se supone a primera vista.
Se trata, básicamente, de un sistema que tiene el objetivo esencial de practicar una agricultura económica y sostenible.
Un buen ejemplo del esfuerzo para llevar adelante esa acertada política es el Movimiento Agroecológico "De Campesino a Campesino", que comenzó a cobrar fuerzas en 1997 y hoy se extiende cada vez más por toda la Isla.
Ese proyecto está basado en varios principios, entre los cuales el principal es que la finca se concibe como un conjunto sustentable, donde se eliminan el monocultivo y la monoproducción, mediante la diversificación de las actividades agropecuarias.
Otra primicia esencial es la positiva interacción entre la familia, las plantas, los animales, la comunidad, la sociedad, la economía y los factores ambientales, que convierten a la finca en un sistema de componentes naturales, productivos, económicos y culturales que se relacionan estrechamente entre sí.
Los conocimientos prácticos de cada campesino, y los que se van alcanzando mediante la experimentación, se transmiten de uno a otro productor por vía directa y mediante la celebración de talleres y otros intercambios en las fincas con mejores resultados.
Esa reciprocidad enriquece las experiencias y atrae cada año a nuevos productores, como lo demuestra el hecho de que ya suman cerca de 100 mil los campesinos y cooperativistas cubanos incorporados al Movimiento.
Por todo ello, tales prácticas naturales
no constituyen en modo alguno una solución coyuntural, sino una proyección estratégica que marca el camino correcto para la actividad agropecuaria, tanto en la Cuba de hoy como en la de mañana. (Hernán Bosch )
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