viernes, 16 de julio de 2010

Violencia, plaga que no deja de azotar

Desde que el hombre, en los tiempos cuando aún no terminaba de erguirse, alzó la primera
piedra para mancillar a sus congéneres, tiene una rémora hasta hoy día que crece mientras el
ser humano se desarrolla: la violencia.

En consecuencia, esta ha evolucionado y nos lleva la delantera. Los motivos por los que
antaño se levantó la primera piedra no precisamente para construir, persisten, pero se han
tornado diversos. Ahora las causas están arraigadas a la complejidad social, cultural y
económica.

Aunque la tecnología satelital permite a ciertos tipos de violencias --terrorismo,
guerras, motines y disturbios callejeros—aparecer ante los ojos del público televidente

todos los días, es mucha más la no visible en hogares, centros laborales, de recreación y
otros espacios.

Entre sonrisas y fotos de familia, la violencia se pasea vestida de ofensas verbales,
silencios ominosos, discriminaciones que dejan entrever una arista menos punzante y con
menos cifras mortales, pero tan agresiva como todas.

El alcoholismo, el consumo de sustancias psicoactivas, la pobreza, el aislamiento social,
el acceso a las armas de fuego… son otras constantes que predominan en la compleja ecuación
de nuestro días y tiene resultado fatal para quienes rodean a los perpetradores.

Existe amplia lista de naciones que rehúsan de la existencia de la sociedad con
violencia. Para sus líderes políticos no representa un problema de salud pública, en
contraposición a la idea delictiva del asunto.

En el otro lado de la balanza se encuentra Cuba, donde actúan legislaciones y campañas a
favor de la protección del individuo y la disminución de la violencia. Se mantienen
principios éticos a favor del mantenimiento de una paz mundial fomentada por la colaboración
internacionalista.

No es solución la imposición de medidas o castigos que traigan consigo el
aleccionamiento, porque el mal subyacerá. La estrategia fundamental es comenzar a vislumbrar
las raíces de los actos violentos. Es tiempo de lograr divorciarnos de ellos, de crecer sin
lastres.(Liliana Cabrera Águila)

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