viernes, 8 de enero de 2010

Los cinco contra el terrorismo y la injusticia

Por Ernesto Pantaleón Medina / Televisión Camagüey

¿Qué haria usted si supiera que muy cerca de su país, a uso l40 kilómetros de distancia existe un enemigo que (lo ha demostrado con creces) tiene la obsesiva idea de atacarlo, someterlo, y para colmo, pedir tres días de “licencia para matar”?

Una respuesta inmediata podría ser armarse con cañones y con justa rabia, aunque no con odio y lanzarse a una guerra sin cuartel, que siempre sería de terribles consecuencias.

Pero no el temor, sino la cordura, la prudencia y el afán de paz que distingue a los que crean, aman y construyen, no a los otros, aconsejan prevenir más que luchar.

Entonces, lo más lógico sería tratar de estar al tanto, informado de los movimientos del potencial agresor, para parar el golpe y evitar en lo posible las consecuencias de un ataque; en otras palabras, velar por la vida de los suyos, por la integridad de su país.

¿Qué hicieron, si no lo antes expuesto, cinco cubanos que desde el mismo centro de la conspiración contrarrevolucionaria de Miami trabajaron por salvaguardar su patria?

¿Qué norteamericano sintió su vida en riesgo debido a la labor de Gerardo, Antonio, René, Ramón y Fernando?

¿Qué secretos de Estado espiaron los cinco luchadores contra el terrorismo?

Porque precisamente eso, luchadores contra el terrorismo, son quienes evitan que se detonen cargas explosivas en hoteles y otros sitios públicos, que se ponga en riesgo la vida de miles de personas y se organice el asesinato de un presidente como Fidel, que ha puesto la luz en las pupilas de millones de desposeídos, al enviar miles de médicos y maestros a naciones pobres.

No resulta ocioso recordar que, desde el territorio de Estados Unidos se fraguaron decenas de planes que pudieron causar (y en algunos casos causaron) la muerte de seres humanos ajenos al conflicto con la contrarrevolución miamense.

Menudo delito el de los cinco: defender sin violencia a su patria de un grupo de asesinos, desde la propia madriguera del engendro. No claudicar, ni vender la utopía de un mundo más justo.

Quizás la justicia, tan llevada y traída en ese país que dio muchos hombres justos, pero que acuna hoy tanta ignominia, sea ignorada una y otra vez, y se trate de cerrar los ojos y oídos de la opinión internacional.

Pero el mundo mira y piensa, y cada día crece el respaldo a una causa que se ha convertido en bandera por la paz y el honor, que se levanta más allá de los muros que intentan ocultar la heroicidad y el derecho que otorgan la verdad y la razón.

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