miércoles, 23 de diciembre de 2009

En “Panamá” se desatan anhelos

Anneris Ivette Leyva

Foto: Ismael BatistaEn el barrio panameño de El Chorrillo, hubo más gritos que casas incendiadas cuando sus calles fueron atropelladas por invasores yankis en diciembre de 1989. La prensa habló de al menos 3 000 víctimas y cuantiosas pérdidas materiales, pero nunca fue tasada la cantidad de sueños heridos de muerte.

Por esos días, en Cuba se exclamó muchas veces: ¡Solidaridad con Panamá! y tanto fue el apoyo a la nación escarnecida, que la frase devino consigna de esperanza. No hubo nadie en desacuerdo cuando el Comandante en Jefe, Fidel Castro, la sugiriera como nombre para la escuela especial dedicada a niños con limitaciones físico-motoras, única de su tipo en el país.

Dos décadas han transcurrido desde que la adolescente Yusimí cortara la cinta en la inauguración de aquella morada y diera rienda suelta a los anhelos. Regocijada por la independencia adquirida en tantos años de aprendizaje, se unió al convite del claustro y los nuevos estudiantes, para conmemorar el vigésimo aniversario de su eterna casa, donde la voluntad de enseñar y aprender aún pone en duda los límites de lo posible.

Trocar lo difícil en natural ha caracterizado siempre el trabajo de la institución educativa, no en vano figura como referente del Centro Latinoamericano para la Educación Especial y mereció recientemente el Premio Los zapaticos de rosa, otorgado por la Organización de Pioneros José Martí.

Soñar sin ataduras

"No me saquen de mi escuelita", pidió un niño a sus padres y Esther La O Ochoa sintió de nuevo encogerse el corazón. Más de quince años como directora de la escuela especial Solidaridad con Panamá, no le han "curado" el amor entrañable por cada uno de sus estudiantes-hijos, una gran mayoría dentro de los 921 egresados del centro.

Ante ella han pasado alumnos con limitaciones físico-motoras de todos los rincones del país, y de naciones como Venezuela, Uruguay, Chile y Ecuador; los cuales, luego de transitar por las enseñanzas primaria y secundaria —y hasta la especial—, y de tener acceso a los servicios de fisiatría, psicología, logopedia y estomatología, dejan el plantel para convertirse en estudiantes de Informática y Medicina, o especialistas en Psicología, Derecho, Bibliotecología...

En mi escuela el "yo no puedo" está desterrado, pero lograr la asimilación de esta idea conlleva una atención sistemática integral, que también incluye ayuda terapéutica a los padres, afirma.

Media centena de docentes y menor cifra de asistentes de hogar, integran el proyecto de amor que Esther enfatiza en agradecer, una y otra vez, a Fidel y a la Revolución. Una pareja de jóvenes instructoras de arte completa el equipo encargado de instruir a los educandos, y de crearles un ambiente de plenitud y bienestar solo comparado —o incluso superior— al de sus hogares.

La dirección del colectivo considera como una fortaleza la estabilidad del personal; "por eso tratamos de que, cada día, los maestros y el resto de los trabajadores lleguen con ganas de entregarlo todo".

A propósito del vigésimo aniversario de "Panamá", —como suelen llamar a la escuela apocopando el nombre—, no tardaron en ser agasajados los profesores fundadores Juana y Guillén; Marlen, cocinera de siempre; la terapista ocupacional Teresita y el fisiatra Machuca.

Tanto los más experimentados como los que recién estrenan su andar en los caminos de la pedagogía especial, tienen el mérito de haberles sostenido a Yeisi y a Claudia el deseo de bailar, incluso cuando sus condiciones físicas parecían negarles el derecho; o de apoyar a Rosaili en su esmero por cantar tonadas felices, aun cuando la vida podía sonarle gris.

Y todos, discípulos, padres y maestros, coinciden en agradecer a la Revolución, especialmente a Fidel, la oportunidad insuperable de revivificar el alma y fortalecer el espíritu a quienes la naturaleza impuso duros retos.

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