miércoles, 1 de julio de 2009

De la lógica de Napoleón Bonaparte, al desatino de los golpistas hondureños

El seudopresidente de Honduras, Roberto Michelleti –en este caso el prefijo seudo no requiere de mayores comentarios- acaba de declarar al diario español El País: "Si Zelaya regresa el jueves, será detenido". Más adelante, y tras manipular palabras del presidente venezolano Hugo Chávez, también aseguró contar con "siete millones y medio de compatriotas dispuestos a luchar por la patria" (una cifra en la que incluye hasta los recién nacidos).

Yo, sin embargo, confieso estar absolutamente perplejo, pues, de inmediato, recordé una frase que se atribuye a Napoleón Bonaparte: "Nunca interrumpas a tu enemigo mientras está cometiendo un error". En fin, acosado por la lógica bonaparteana, una tras otra se me apiñaron las preguntas:

1- Si los golpistas aseguran contar con el apoyo unánime de los hondureños, entonces ¿por qué temían a una consulta de antemano condenada al fracaso?

2- De acuerdo con lo anterior, ¿no hubiera sido más inteligente dejar que Zelaya recibiese un "humillante" cero por ciento de apoyo en las urnas, que sacarlo del país en pijama y a punta de fusil en medio de la alevosa madrugada?

3- Si el presidente había violado la ley —de modo que fácilmente podía ser condenado a 20 años de cárcel— entonces ¿no es mejor frotarse las manos y guardar silencio para que mansamente se meta otra vez en la jaula? Caramba que la práctica mundial aconseja solicitar la extradición de los acusados, no asustarle para que escape.

4- Es más, ¿por qué no lo llevaron directamente a los tribunales en vez de montarlo en un avión con destino a Costa Rica? ¿Se trataba de indulgencia, o es que el susodicho comando de la madrugada no estaba secuestrándolo, sino apenas protegiéndolo?

5- ¿Y si Micheletti cuenta con tanto apoyo popular, entonces por qué saca los tanques a la calle? ¿Y además a todo el ejército con sus cascos, y sus armas largas y sus chalecos antibalas; esto para apoyar a una policía con sus escudos, sus toletes, y sus gases lacrimógenos? De verdad, no entiendo por qué este "benefactor de la democracia hondureña" necesita colgarse ante el mundo tal sambenito de fascista.

6- Y tampoco me parece lógico —sobre todo en estos tiempos de ambicionado imperio mediático— que torpemente se desaproveche la oportunidad de mostrar a la opinión pública el "pasmoso júbilo popular hondureño". Vaya, que entonces resulta harto contradictorio cortar las señales de televisión, aporrear a periodistas, taparle el lente a sus cámaras, y trasmitir solamente música o dibujos animados, solo para que no veamos cómo Tegucigalpa en pleno apoya a los golpistas. Caramba, qué extraordinaria modestia la de este Micheletti.

En fin, tengo más preguntas que hacer, pero ya no con la lógica de Napoleón. Por ejemplo, Micheletti ha justificado el golpe con las siguientes palabras: "Teníamos la certeza de que detrás de esa consulta estaba la intención de convocar una constituyente para (Zelaya) perpetuarse en el poder"

¿Pero cómo hubiera sido posible esto si ya nos ha dicho que aquél no tenía el menor apoyo popular? ¿Si, además, tampoco contaba con la simpatía del ejército, ni del parlamento, ni del poder judicial, y por esos rumbos ni acaso de Dios? En fin, y ¿cómo iba perpetuarse en el poder después de haberlo abandonado? Porque, ¿acaso la reforma constitucional no habría tenido efecto solo después de que Zelaya dejara el sillón presidencial? Por suerte, y para mi alivio, hubo una declaración de Micheletti con la que estuve totalmente de acuerdo. Dijo: "Nuestro desafío es explicarle al mundo cómo han ocurrido las cosas aquí y por qué no ha sido un golpe de Estado". Vaya, menos mal. Esta preocupación sí que me parece muy lógica. (ANTONIO RODRÍGUEZ SALVADOR)

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