Por: Moraima Borges Mariscal / Televisión Camagüey
Evocar al romántico poeta y revolucionario anima la arquitectura de esta historia. Revelaciones, o confesión sospechada, de una miga que compartió con él La Escuela Normal de Santiago de Cuba anidan el centro de mis pensamientos: el héroe es Frank País.
Los jóvenes, no importa en cual época, viven preocupados por sus temas; posiblemente no existe excepción en eso de entregarse exclusivamente a sus problemas (a los desengaños de cada uno, quiero decir): Frank sufría con los asuntos de todos, las secuelas y contradicciones de un reciente golpe de estado; no soportaba la inacción, imponía rebeldía y buscaba alivio a su tensión política con una de sus compañeras de aula, Elia Frómeta.
- “Me encantaba por su desenvoltura, la cara grave, la poesía serena. Durante las tardes de mi época Frank me llevaba a visitar la biblioteca”.
- Él usaba los libros de pretexto (de buen pretexto) - “esa mesa es mi preferida”, decía cada vez, “siempre me siento allí… te voy a escoger unos libros que quiero que conozcas. Desde esta mesa puedo ver cómo salen los estudiantes de la escuela de comercio…”
Especificar “los estudiantes” me pareció una farsa para referirse a “las estudiantes” ¡Cómo si todos ellos no estuvieran siempre tras las faldas de las muchachitas! Tampoco era Frank diferente a los de su edad y a los de todas las épocas en eso de evadir las insinuaciones de celos; cualquiera salida era elegante para esquivar las dudas: -“desde aquí, desde esta mesa sólo hago apuntes para la revista de la escuela”.
Fue en ese lugar de la biblioteca donde se apreció por sus amigos la verdadera dimensión, el horizonte inalcanzable de la cultura y la sabiduría de Frank País. Fue en esa mesa donde descubrió a sus poetas preferidos y se olvidaba de su alrededor leyendo versos de Martí.
En aquel sito no había lugar para el tedio: el edificio de la biblioteca estaba ubicado en el museo que instituyó el apoderado Bacardí en 1899. Este había sido el primer museo fundado en Cuba. - “Eso me lo enseñó Frank”
- “A menudo, después de permanecer un rato entre los estantes y los muebles oscuros, tomábamos un ómnibus y paseábamos hasta detenernos en el Morro, miraba el agua como si esa fuera su manera de timonear la vida y olvidar las angustias”.
A los 19 años, frente a las perspectivas políticas, Frank definió sus íntimas ideas de rebeldía. Florecía su actividad artística radiantemente, hacía escritos literarios, escribía poesía…
Con mi alma sola
Que se alza como gigante
y se retuerce y se arranca las entrañas
Y se rompe y grita al mundo entero
Su dolor y su pena tan intensos.
Los versos fueron delirio, bálsamo y tempestad: arte nacido del gemido de un espíritu patriótico. “Yo tengo que llegar patria mía y tengo que llegar, he de verte libre de tiranos, sacudida de inmundicia y oprobios que te hacen llorar, he de ver enjuagadas tus lágrimas y vengadas tus ofensas”.
La escuela Normal iba a cerrar el curso: sólo algunos alumnos deambulaban por los pasillos; eran los últimos momentos en aquellos familiares rincones: silenciosos testigos de personales discusiones, críticas agudas, rebeldías y confesiones… - “Frank cantaba Hojas muertas… una triste letra para mi gusto…y me regaló una sortija de graduada. Había estado mucho tiempo reuniendo para regalármela. No había alcanzado para comprar la de él: aquella fue la de los dos”.
Era como dejar jirones de vidas; la puerta se abría ahora a un futuro que Frank estaba dispuesto a vivirlo como los jóvenes de su época, los que en aquel entonces acaso fueron la excepción. Frank vivió para siempre, para que luego todos soñáramos una historia con él:
Todo horror puede definirse
Toda pena conoce algún fin
En la vida no hay tiempo para consagrar
a grandes pesares, pero eso, está fuera de la vida
Fuera del tiempo
Es una perdurable eternidad del mal y de injusticia
Estamos mancillados por una mancha que no podemos lavar
Unido a la miseria sobrenatural
No solo nosotros, no solo la casa, no solo la ciudad
Han recibido la mancha
El mundo entero está manchado.
(Frank País)
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