El mundo está en crisis y no es slogan. Una mañana dejó de ser alarma en los telediarios, para convertirse en bancos quebrados; el gigante automovilístico General Motors, degradado hoy a "coronel motors"; colas de desempleados, colas de hambrientos, colas de enfermos sin seguro social, colas de familias sin hogar, colas de sueños rotos¼ Una crisis que también tiene colas de justificaciones y colas de culpables que esconden la cabeza o se miran su propia cola.
Conceptos de la crisis sobran. Estudiosos, analistas, estadistas y profetas pululan en los cuatro puntos cardinales de la tierra. Pero mientras la crisis tomaba cuerpo, la mayoría de ellos estaba demasiado ocupada en sus cuentas personales¼ Ahora, es muy fácil explicarlo:
"Cuando la recesión se extiende por todo el planeta, las redes de producción mundial que surgieron con la mundialización de la economía planetaria han pasado a ser fuentes de reducciones de personal y pérdidas de puestos de trabajo. El aplazamiento de las compras de nuevos abrigos para el invierno en los Estados Unidos provoca pérdidas de empleos en Polonia o China. Después, esas pérdidas se plasman en una menor demanda para las máquinas-herramienta estadounidenses o alemanas.
"Luego, el desempleo y la reducción de las ventas provocan, a su vez, nuevas pérdidas en las carteras de préstamos de los bancos, con lo que debilitan aún más al castigado sector financiero. A consecuencia de ello, la ansiedad, la desesperanza y la ira se están extendiendo, a medida de que lo que era una crisis financiera pasa a ser una crisis económica y humana. Si se descontrolara, podría llegar a ser una crisis de seguridad."
Así, muy académicamente, cuenta Juan Somalia, director general de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la esencia del "regalo" que los hombres del capital le han hecho al mundo bajo el eufemismo de "crisis". ¿Se podrá llamar sencillamente así a la pérdida del empleo, de la casa, del seguro social, del bienestar personal, del publicitado nivel de vida capitalista y del estado de felicidad que ya millones de seres humanos solo encuentran en las teleseries o las revistas del corazón? ¿Crisis o extinción? ¿Capitalismo o infierno?
Vivir en una isla no nos inmuniza de los efectos de las crisis, de los virus y de los desmanes ecológicos, financieros o guerreristas. Los efectos, tarde o temprano, llegan con las olas. La crisis, por ejemplo, se siente hoy en la incertidumbre de los mercados internacionales, en los altos precios de alimentos y combustibles, en las industrias que detienen sus maquinarias y hasta en la pandemia de Influenza A (H1N1) que azota al mundo, mientras los grandes laboratorios de medicamentos anuncian que la vacuna salvadora tiene su precio y no es negociable. La crisis no es solo económico-financiera. También es ética.
Es cierto que somos una nación y un pueblo entrenado y conocedor de la contingencia y de la crisis. Muchas hemos vencido: no importa si es un bloqueo genocida de medio siglo o un huracán categoría cinco. Pero ese sentido de la larga lucha no ha cercenado el humano deseo de vivir más holgadamente, de querer que nuestros hijos y nuestros nietos hereden, con honor, la Patria independiente y admirada que supimos forjar generaciones de cubanos; y al mismo tiempo hacer de esta Isla una nación más próspera, forjada de talento y de sudor, de inteligencia y de mucho trabajo.
Ahora que la crisis nos rodea, lo mejor es no lamentarnos y aprender de ella. Seguir buscando caminos a la independencia económica, lo que no se logra solo con recursos financieros, sino con mucha dedicación y mucho trabajo: pensemos, por ejemplo, que un día podremos prescindir de una maleta de dólares y de un barco granero que le da la vuelta al mundo y nos trae de la lejana China los frijoles que pueden cultivarse, con más sabor y mucho menos costo, en Quivicán o en Ciego de Ávila. Y ese mismo ejemplo podemos aplicarlo a muchísimas otras cosas necesarias que hoy compramos y que podemos producir con nuestras manos, con nuestra tierra y con nuestro sudor.
Ojalá que la crisis y nuestra estrechez económica nos enseñen de una vez y por todas las bondades y la necesidad del ahorro y lo nocivo e irrecuperable que es el despilfarro. Esta, además, es la hora de hacer valer los conceptos económicos socialistas, toda vez que el capitalismo demostró al mundo (y en vivo por televisión) ser incapaz de garantizar una mínima seguridad financiera y un futuro sin quiebra. Hoy tenemos que hacer valer ese principio que es justicia: "de cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo".
Tenemos la suerte de no haber inaugurado en esta tierra ni una sola cola de desocupados. Cuba es ahora mismo uno de los pocos países del mundo que genera nuevas posibilidades de empleo en la agricultura, pero esa suerte tenemos que alimentarla con la perseverancia de los hombres y con la justeza del premio por el fruto del trabajo. No he leído un solo principio socialista que justifique que los laboriosos y los vagos deben tener los mismos derechos. Tampoco existe aritmética que pruebe que los frijoles cosechados en Quivicán o en Ciego de Ávila puedan venderse más caros que los traídos de China.
La crisis, entre otras cosas, debe promover que nosotros mismos, los periodistas, nos interesemos mucho más en las matemáticas y en los principios y conceptos económicos, para así podernos defender de tú a tú con los que especulan y lucran a costa de la crisis. Sería una manera muy productiva de defender al país y de proteger a nuestro pueblo. Todos tenemos la posibilidad excepcional de aprender y aportar algo en este minuto. Que sean otros los vencidos por la crisis. (FÉLIX LÓPEZ)
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