Desde la margen sur de la hermosa bahía de Matanzas, un curioso castillo, con sus conservadas piezas de artillería, atesora más de dos siglos de historia y desde 1978 exhibe el título de Monumento Nacional (MN): El Morrillo.
El nueve de febrero de 1720, los terratenientes Francisco Martín y Carlos del Rey ignoraban que su solicitud a las autoridades de Cuba para que fuera construido un fortín contra ataques de corsarios y piratas daría lugar a una singular construcción, que más de dos siglos después sería referencia obligada en la historia de la Isla.
Transcurrirían 60 años antes de que la Administración española terminara el bastión a unos 108 kilómetros al este de La Habana, con el cual la Corona Ibérica completaría su llamado cinturón defensivo de la capital de Matanzas, que integraban, además, el Castillo de San Severino y San Carlos de Matanzas (MN) y otras dos fortalezas que ya no existen.
El Morrillo se divisa desde lo alto del puente Guiteras, sobre el río Canímar, a la salida noreste de la ciudad. Una carretera lleva hasta la puerta misma del edificio, cuyo entorno también guarda misterios de asentamientos indígenas.
Varias reconstrucciones permitieron a la edificación llegar hasta nuestros días. En 1807 adquirió su actual forma, en la que destaca una batería artillera en forma de media luna, cerrada por un cuartel aspillerado, y la desaparición del torreón original.
Los españoles utilizaron también El Morrillo como registro de aduanas, que garantizaba el pago de impuestos. En 1898, durante la guerra hispano-cubano-norteamericana, el fortín repelió el ataque de varios cruceros y el acorazado New York del almirante Sampson.
Después de expulsado el dominio español e instaurada la pseudorrepública, en 1902, el cuartel fue apostadero naval y mantuvo una pequeña dotación militar, hasta que en 1934 fue abandonado.
El ocho de mayo de 1935 un grupo de 12 revolucionarios, encabezados por Antonio Guiteras y su amigo venezolano Carlos Aponte, luchadores contra el gobierno despótico de la Isla, se refugiaron en El Morrillo con la intención de abordar una embarcación y desde allí partir hacia el exterior.
Víctimas de una delación, los revolucionarios fueron atacados por soldados del tercio táctico del ejército, quienes abatieron a tiros a Guiteras y Aponte.
En 1974 el gobierno revolucionario ordenó la reconstrucción de El Morrillo para preservar las características que mostraba 24 años atrás, y un año después, al cumplirse cuatro décadas del asesinato de Guiteras y Aponte, concluyeron las obras.
Los restos de los patriotas fueron colocados en un túmulo de mármol verdinegro, junto a las banderas de Cuba y Venezuela, en un solemne recinto interior del cuartel convertido en museo.
En salones contiguos se exhiben objetos relacionados con los mártires, así como piezas arqueológicas del pasado indo-taíno y la colonia, descubiertas en los alrededores.
Las viejas piezas de artillería de El Morrillo siguen contemplando los barcos en la entrada de la bahía matancera, justamente en la desembocadura del río Canímar, paisaje abierto a más de dos siglos de historia. (Por Roberto Pérez Betancourt)
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