viernes, 20 de febrero de 2009

“Giros aceptados”: Cuba se va a la guerra independentista

Por:Lucilo Tejera Díaz

Cuando el 24 de febrero de 1895 los independentistas se lanzaron de nuevo a la manigua para arrancarle con las armas a España la libertad y la soberanía de Cuba, la guerra que comenzaba había sido minuciosamente dispuesta.

A diferencia de la llamada Guerra Grande o de los Diez Años (1868-1878) y más aún de la Chiquita (1879-1880), que tuvieron un arranque espontáneo o con una breve organización, la de 1895 llevó tiempo de preparación, en cuyo aspecto sobresale el hecho de contar con un partido político con tal fin.

En los inicios de la década del 90 del siglo XIX, la actividad revolucionaria de José Martí, a quien los emigrados en Estados Unidos y muchos veteranos de las dos contiendas separatistas reconocían como líder del ideal independentista, se había intensificado notablemente.

Martí comprendió lo necesario de agrupar en un solo y único interés cuanto se hiciera por la independencia de Cuba de la Metrópoli, y para ello toda su energía se dirigió a aunar voluntades.

Nada más preclaro que crear un partido, lo cual logró el 10 de abril de 1892, aniversario de la primera Constitución de la República de Cuba en Armas, cuando fue proclamado el Partido Revolucionario Cubano.

En las bases de esa organización política se afirmó que “se constituye para lograr con los esfuerzos reunidos de todos los hombres de buena voluntad, la independencia absoluta de Cuba y fomentar y auxiliar la de Puerto Rico.”

La nueva contienda bélica que se avecinaba, sin tener entonces fecha pero la cual irremediablemente empezaría, tuvo en ese particular una diferencia clave con todas las que le antecedieron dentro y fuera de la Isla.

A fines de 1894 Martí ejecutaba secretamente un plan para invadir el territorio, después de contar con la decisión de volver a la lucha de los principales jefes de la Guerra Grande, entre ellos los generales Máximo Gómez y Antonio Maceo.

Con el dinero recaudado poco a poco, gracias al empeño de quienes ansiaban la independencia de la Patria, sobre todo con el aporte de los emigrados en EE.UU., él compró armamentos y preparó una expedición que saldría del puerto de Fernandina, propósito frustrado por una delación y la acción malintencionada del gobierno de aquel país.

Ese contratiempo no amilanó a los patriotas, y lejos de ello redoblaron y aceleraron el estallido de la contienda. Comprobaron, además, que Martí era el genuino líder de la empresa libertaria, pues el dinero era bien empleado para el proyecto bélico.

El 29 de enero de 1895 se dio desde Nueva York la orden de alzamiento, firmada por Martí, por EL Maestro, por el Partido; José María (Mayía) Rodríguez, en representación del jefe del nuevo ejército, Máximo Gómez, y Enrique Collazo, enviado de la Junta Revolucionaria de La Habana.

La decisión señalaba que el inicio de la guerra se haría “con la mayor simultaneidad posible” y “durante la segunda quincena y no antes de febrero.”

Ardua fue la labor de quienes en Cuba debían coordinar el estallido revolucionario, encabezado por el periodista y delegado de Martí, Juan Gualberto Gómez.

Se acordó el comienzo de las acciones para el 24 de febrero, porque sería el último domingo del mes y también por la celebración de carnavales, razones que permitirían la aglomeración de personas en el campo sin levantar sospechas de las autoridades coloniales.

La decisión se comunicó a Nueva York por un aparentemente inofensivo cable de corte comercial: “Giros aceptados.” Nada más.

Así el 24 de febrero de 1895 Cuba se fue de nuevo a la guerra por su independencia, con el levantamiento en armas en varios puntos de la geografía insular, y con rapidez la llama libertaria se fue extendiendo, principalmente en el Oriente.

Con el arribo de los principales jefes mambises a la Patria sagrada, Martí, Gómez y Maceo, la arremetida cobró fuerza y se amplió sostenidamente hacia el Occidente.

Cuba peleaba por su soberanía y llevó a los colonialistas hasta el mismo borde de la derrota definitiva apenas tres años después.

Pero el naciente imperialismo estadounidense frustraría el patriótico empeño de miles de cubanos que lucharon por la independencia, cuando oportunistamente intervino en la contienda ante una España debilitada y derrotada por los mambises.

Habría que seguir la lucha para en 1959 alcanzar por fin la definitiva independencia.

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