lunes, 23 de febrero de 2009

Deporte cubano, casi medio siglo de gloria constante

Por:Héctor Miranda

La Habana, 23 feb (PL) El Instituto Nacional de Deportes (INDER) cumple hoy 48 años, casi medio siglo de acarreo constante de gloria para Cuba en cualquier escenario del músculo.

Hasta el 23 de febrero de 1961, el béisbol y el boxeo figuraban casi como los únicos deportes en los cuales algunos cubanos brillaban en el escenario atlético mundial.

Unos pocos peloteros jugaban en las Grandes Ligas de Estados Unidos y un puñado de boxeadores se codeaba con los ases del pugilismo profesional, una palabra que desapareció por completo desde entonces.

Lejos, muy lejos, en el pasado quedaban las medallas olímpicas del legendario esgrimista Ramón Fonts o el título mundial del genio del ajedrez José Raúl Capablanca.

Aquel febrero marcó un viraje radical y el deporte amateur comenzó a ser un derecho genuino del pueblo, como fruto de la naciente revolución, que se dio a la tarea de promover la actividad física desde las edades más tempranas.

Antes que las medallas, la pretensión fundamental pasaba por elevar la calidad de vida de la población, incluida la tercera edad.

Los países del antiguo campo socialista prestaron su colaboración en un principio en la formación de algunos campeones, pero las escuelas cubanas graduaron sus primeros técnicos y llegaron los grandes éxitos.

Apenas tres años y medio después del nacimiento del INDER, el bólido Enrique Figuerola terminó segundo en los 100 metros planos en los Juegos Olímpicos de Tokio-1964, solo superado por el estadounidense Bon Hayes.

Era el augurio de una página brillante que crecería con los años y tendría su momento más luminoso en los Juegos de Barcelona-1992.

En la ciudad catalana Cuba cosechó 31 medallas, 14 de ellas de oro y se ubicó en el quinto escaño por naciones en cuanto al número de títulos.

Para entonces, legendarios ases ya estaban en retiro, como el boxeador Teófilo Stevenson, ganador de tres coronas olímpicas en la división más pesada.

También el velocista, o mediofondista, Alberto Juantorena, ganador de dos medallas de oro en los Juegos de Montreal-1976, en dos distancias tan incompatibles hasta entonces como los 400 y los 800 metros planos.

La primera mujer que ganó una presea de oro para América Latina, María Caridad Colón, ya había dicho adiós, lo mismo que el destacado púgil Angel Herrera.

Llegaba otra generación, la del saltador Javier Sotomayor, el equipo de voleibol femenino de Mireya Luis y Regla Hernández y la escuadra de béisbol de Víctor Mesa, Omar Linares y Orestes Kindelán, entre algunos otros.

Apenas un año antes, en los Juegos Panamericanos de La Habana, Cuba le arrebató a Estados Unidos el liderazgo en los Juegos Panamericanos.

Los nombres de Ana Fidelia Quirot, Javier Méndez, Iván Pedroso, Roberto Balado y Driulis González ganaron celebridad, mientras millones de niños intentaban imitarlos desde cualquier escuela del país, hasta en aquellas en los más apartados parajes.

Mientras, el pedigrí de nuestro deporte crecía con medallas en decenas de competiciones importantes, con asombrosas marcas y récords mundiales para ganarse el respeto de aficionados y analistas de todo el mundo.

En tanto, centenares de los mejores entrenadores del país preparaban a deportistas de otras naciones y los llevaban a la cima en Juegos Olímpicos y campeonatos mundiales, a veces por encima de los propios cubanos.

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