lunes, 7 de diciembre de 2009

Me hago responsable…

Por Ernesto Pantaleón Medina / Televisión Camagüey

Sí, asumo de manera absoluta mi responsabilidad, por mis hijos, por los suyos, y por los hijos de los otros, todos miembros de las llamadas “nuevas generaciones”.

Y lo mismo respondo cuando se habla de conductas notables y éxitos deportivos, culturales o estudiantiles, que cuando salen a relucir las sombras y lunares.

Son precisamente esos los que hago míos con particular insistencia, porque es de nosotros, los padres y la familia en su conjunto (y también de maestros, vecinos y autoridades) de quienes dependió y dependerá siempre la formación de valores, de un comportamiento decoroso, sobrio y basado en el respeto a sí mismo y a los demás.

No están relacionadas en absoluto las normas de la decencia, el pudor, la hospitalidad, la tan llevada y traída “Educación Formal” con una situación económica y material determinada, ya sea en la sociedad o en el seno familiar.

Recordemos a los abuelos (la generación de mis padres) en cuyos hogares, y en la ética cotidiana, eran divisas inclaudicables los “buenos días”, “gracias”, “con permiso”, “disculpe”, “por favor”, y llegado un visitante al hogar, quien quiera que fuese, era invitado a pasar. Si era un horario coincidente con la comida hogareña no faltaba el ¿gusta de almorzar?, lo mismo el menguado arroz con boniato del jornalero, que en mesas mejor surtidas.

Lo importante era la sonrisa, la afabilidad, el deseo, surgido de lo más hondo de la escuela familiar, de que la persona en cuestión se sintiera a gusto, atendida y respetada, sin importar su rango, sólo por tratarse de un ser humano.

¿Que los chicos de la cuadra alborotaban la tranquilidad de los vecinos? Cualquiera de los mayores se erigía en autoridad indiscutida y ponía orden… claro, con el total respaldo de los padres de los revoltosos, quienes apenas chistaban, cabizbajos y apenados, un rumiado descontento.
No soy ingenuo y no pido extremos, ni esgrimo a ultranza comparaciones con épocas lejanas en el tiempo. Sólo asumo, en primer lugar, y reclamo de los demás, la responsabilidad consecuente por aquello que nuestros hijos, nietos, sobrinos, vecinos o amigos aprendieron y exhiben como comportamiento a veces incorrecto, amparados en una tolerancia que no es más que mala interpretación de afecto y libre albedrío.

No hay comentarios: