jueves, 20 de agosto de 2009

El caracol verde de Felicio Leyva

Jorge Luis Merencio Cautín

IMÍAS, Guantánamo. — La primera referencia que escuché sobre Felicio Leyva Leyva, lo exaltaba como ejemplo de lo que puede hacer un hombre cuando su empeño y su vergüenza no sucumben ante las dificultades ni lo espinoso de la tarea.

Foto del autorDespués vinieron otras reseñas: que su pequeña área agrícola se identificaba con la cultura asiática y hasta con la árabe, por el espacio que aprovechaba en una pronunciada pendiente y la forma piramidal de su diseño, donde realzan las terrazas circulares que sembradas semejan un caracol verde en el corazón mismo del semidesierto cubano.

El doctor en Ciencias Agrícolas Adolfo Rodríguez Nodals, jefe del Grupo Nacional de Agricultura Urbana y Suburbana, no escatimó epítetos para elogiar el sui géneris patio creado por las manos de Felicio encima del afilado diente de perro, a escasos 300 metros del centro de la cabecera municipal.

Más de dos años de ruda labor, emprendida después de cumplir con su jornada como custodio en la Industria de Materiales de la Construcción, necesitó el resuelto imiense para conformar su obra.

"Mucha gente, cuando me veía ‘fajarme’ a pico y barreta contra el diente de perro, y cargando la tierra al hombro, me dijo que estaba loco, que trabajaba por gusto. Te juro que ni siquiera eso me desanimó y que nunca me di por vencido, pues estaba seguro de llegar a la meta final. Me animaron siempre las palabras de José Martí de que la tierra sirve si el hombre sirve", relata Felicio.

"Fíjate si mi tierra sirve que en una pequeña área cultivo cebolla, pepino, habichuela, remolacha, cilantro, melón, ají, frijol caballero enano, calabaza, yuca y plátano."

Abundantes y vigorosos son los frutos de Felicio, tanto que ha cosechado pepinos de cuatro libras y melones de 21. De sus cosechas se benefician más de 40 integrantes de la familia y otras muchas personas de la comunidad.

La calidad de sus productos la avalan las atenciones culturales, el riego, la fertilización con humus de lombriz producido por él y el control de plagas y enfermedades mediante la fumigación de un preparado líquido a base de cáscara de yaba y hojas de árbol del nim, guayuyo y yagruma morada.

Entre las perspectivas inmediatas del locuaz labriego está la creación de un área de cultivo semiprotegido para la producción básicamente de lechuga. Como cubierta no empleará malla importada, sino guano de cocotero y palma real, que es más económico, más factible de conseguir y renovar y se adecua mejor al entorno.

También trabaja por asegurar el agua de riego (muy escasa en estos momentos) mediante un pozo distante a cientos de metros. Para cubrir esa necesidad el Estado ya le vendió una turbina, ayuda que Felicio agradece tanto como el aporte de Antonia Delgado, su esposa, y de su yerno Carlos Romero, en la creación y atención de su patio.

Por el ejemplo que irradia Felicio, de 53 años, el Grupo Nacional de Agricultura Urbana y suburbana le otorgó en el 2008 la condición de productor Candidato a Referencia Nacional y hace unos días la de Candidato a Excelencia.

Ostenta, además, el sello de Productor Agroecológico y goza del reconocimiento de los lugareños y de todas aquellas personas que perciben en sus logros el fruto del trabajo consagrado.

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