viernes, 31 de julio de 2009

Nunca venderíamos nuestra sangre

Asegura la única familia de Pinar del Río cuyos integrantes son todos donantes

Ronald Suárez Rivas

SAN JUAN Y MARTÍNEZ, Pinar del Río.— Julio Mitjans no es médico, pero ha ayudado a salvar muchas vidas.

Por encontrarse en el servicio militar, Lázaro Julio, con 21 años y nueve donaciones, es el gran ausente en esta foto de familia. foto del autor

Comenzó a hacerlo un día lejano, probablemente a raíz de algún desastre natural en Cuba o en otra parte del mundo. Hoy no lo podría afirmar con certeza, porque la memoria termina empañándose con los años, y Julio, que ya pasó los 50, por aquel entonces acababa de cumplir 16.

Solo recuerda que fue después que Fidel realizara la convocatoria, cuando resolvió ir al policlínico y extender el brazo para donar su sangre. "Me decidí tras escuchar al Comandante", dice.

Luego le seguiría Osmara Castro, la esposa, y más tarde, en el mismo orden en que fueron arribando a la edad requerida, los imitarían Yusleivys, Jorge Luis y Lázaro Julio, los tres hijos.

"Lo hicieron espontáneamente. A ninguno hubo que pedírselo. Simplemente vieron nuestro interés y quisieron incorporarse", asegura Julio, quien trabaja como custodio en la Empresa de Servicios de San Juan y Martínez.

En efecto, mucho tiene que haber pesado el ejemplo de casa para que todos hayan tomado el mismo camino.

"Lo hacemos con amor. ¿La motivación?: Ayudar a salvar vidas", explica el padre.

Aunque para muchas personas, enfrentarse a una aguja constituye un acto temible, Julio Mitjans y su familia, quienes suman entre todos 125 donaciones de sangre, o consideran algo natural.

"El pinchacito en el dedo da un poco de mala impresión, porque es una terminación nerviosa. El resto no duele".

El procedimiento es sencillo, y no deja ningún tipo de malestar, afirman. "Cuando la enfermera termina de hacer su trabajo, me quedo en la camilla un par de minutos, y luego me incorporo. Incluso una vez permanecí todo el tiempo de pie", cuenta Julio.

Con 57 donaciones registradas en su carné de donante, nunca ha pensado en las cifras. "Metas no tengo. Mientras la salud me acompañe, lo seguiré haciendo".

Quizás su única ambición sea lograr que sus nietos conserven la tradición de la familia. "Uno se siente orgulloso de poderle servir a la Revolución con su sangre", comenta este hombre que nunca ha pensado en valerse de su salud para mejorar su situación económica.

"En varias oportunidades se me han acercado personas que han tenido un familiar enfermo, a proponerme que les done mi sangre a cambio de dinero, pero yo no aceptaría algo así. Aunque somos gente humilde, me parece que si vendo la sangre estoy vendiendo una vida".

Por ello, cada vez que alguien abrumado por la necesidad se ha adentrado en los trillos del barrio de La Cantera, buscando la casita de los Mitjans Castro, ha encontrado una familia dispuesta a regalarle un poco de vida a quien lo precise.

Gracias a la Revolución y a miles como los Mitjans

Pocos países en el mundo tienen organizado un sistema público de donación de sangre. Donde estos no existen, la donación es realizada por los familiares, o se paga para encontrar alguien que lo haga.

Estos son algunos de los muchos pedidos desesperados que se pueden encontrar ahora mismo en Internet.

"Necesito en forma urgente sangre de cualquier tipo y factor para el paciente Gerardo Gabriel Bianchi, que se encuentra internado en el Hospital Clínica"...

"A mi mamá le han tenido que hacer transfusión, ya que se encuentra muy débil. La sangre no se inventa lamentablemente, solo se dona... y no hemos devuelto ni un tercio de sangre ocupada... Ayúdenos por favor"...

"Necesitamos donantes de sangre de cualquier tipo para Isidora Hernández, ella tiene 15 años y le diagnosticaron leucemia"...

Afortunadamente, gracias al sistema de Salud cubano y a decenas de miles de personas como Julio, Osmara, Yusleivys, Jorge o Lázaro, usted nunca leerá algo así en las páginas de este diario.

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