sábado, 14 de marzo de 2009

Baraguá: protesta y lección

Raquel Marrero Yanes

El legado de Antonio Maceo es vasto y fructífero. De sus lecciones sobresale, precisamente, la que protagonizó hace hoy 131 años: la protesta de Baraguá, calificada justamente por Fidel como "una de las más extraordinarias proezas patrióticas de nuestras guerras de independencia, de nuestros combatientes revolucionarios".

Fue el 15 de marzo de 1878. La Guerra de los Diez Años parecía que tocaba a su fin. Las fuerzas colonialistas, sobre la base de una política sutilmente peligrosa y aprovechando grietas en el campo insurrecto, estaban a punto de liquidar a la Revolución.

Aquel día, en Mangos de Baraguá, se produjo la entrevista entre el mayor general Antonio Maceo y el teniente general Arsenio Martínez Campos. Allí se alzaron el anhelo popular, la intransigencia patriótica y los principios, personificados en el Titán de Bronce, y los planes de pacificación del enemigo se derrumbaron como castillos de naipes.

La actitud de Maceo representó el paso de la dirección política de la Revolución, a las manos de los representantes de una clase social que demostró la voluntad de conducir consecuentemente la guerra, dispuesta a proseguirla hasta conseguir los objetivos políticos que la habían promovido a ella: la independencia y la abolición de la esclavitud.

Baraguá fue una protesta y una lección. "Una de las páginas más gloriosas de nuestra historia", la bandera de la independencia y de la lucha contra la esclavitud no cayó; por el contrario, ondeó desde entonces más alta que nunca.

A hechos como ese debe nuestro pueblo su tradición de firmeza e intransigencia revolucionaria.

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