viernes, 13 de febrero de 2009

Venezuela: La antinomia entre el SÍ y el NO

Orlando Oramas León

CARACAS.— Los venezolanos vuelven a las urnas para decidir, entre el Sí o el No, si aceptan enmendar la Constitución para eliminar restricciones que impiden la libertad de postulación, y que la oposición asume como luz verde a la "reelección vitalicia".

Se trata de dos concepciones que marcan el referendo del domingo 15 de febrero, en el que se impondrá quien haya conseguido hacer prevalecer su mensaje en una campaña electoral breve y agitada, que en la práctica arrancó una semana después de las elecciones regionales de noviembre pasado.

De acuerdo con la Constitución aprobada en 1999, el presidente, los gobernadores y alcaldes solo pueden ser reelegidos una sola vez de manera continua; mientras los diputados pueden repetir dos veces.

La enmienda, propuesta por el Presidente Hugo Chávez y tramitada por la Asamblea Nacional, propone enmendar cinco artículos a fin de permitir que los ciudadanos en ejercicio de un cargo de elección popular puedan ser postulados para el mismo cargo, "dependiendo su posible elección exclusivamente del voto popular".

Claro que la enmienda, de ser aprobada, le daría posibilidades a Chávez de ser, primero postulado por el Partido Socialista Unido de Venezuela, y luego, reelegido en las elecciones presidenciales del 2012, siempre y cuando la mayoría del pueblo así lo exprese en las urnas en esa ocasión.

Lo mismo podría ocurrir con gobernadores y alcaldes opositores, entre estos Manuel Rosales, el candidato de la derecha en los comicios presidenciales del 2006, ahora alcalde de Maracaibo, uno de los centros políticos, económicos, poblacionales y electorales del país.

Rosales no es el único con aspiraciones "presidenciables", y de hecho ya comienzan a aflorar los traspiés y el "quítate tú pa¢ ponerme yo" que ha caracterizado al desgastado liderazgo opositor local.

Se trata de los mismos que hasta ayer atacaron y criticaron hasta el paroxismo a la Constitución bolivariana, y hoy se presentan como sus cruzados defensores. Pero más allá de una alegada postura constitucionalista, lo que se esconde detrás de la verborrea de la derecha es el miedo a confrontar la popularidad del mandatario, que sigue siendo alta pese a las campañas enfiladas en su contra.

En el fondo el miedo es al pueblo, quien en definitiva premiará al buen gobierno o castigará a los malos gobernantes. De ahí el énfasis que hace la campaña del Sí en que la enmienda amplía los derechos políticos del soberano, hoy limitados.

Hay que recordar que la Constitución venezolana establece el referendo revocatorio, al que la oposición sometió al propio Presidente Chávez en el año 2004, con resultados desastrosos que hoy todavía pesan en el quehacer de la derecha. Entonces, si los venezolanos pueden elegir, si pueden revocar, por qué no pueden reelegir a sus dirigentes cuantas veces lo decidan con sus votos, tal y como ocurre en muchos otros países, incluidos del llamado Primer Mundo.

La cuestión va más allá. Chávez es el líder indiscutido del proceso bolivariano. Su influencia, conexión con la población e interpretación de la realidad resultan hoy día indispensables para continuar la marcha de la Revolución, y llevarla a estadios superiores. Así lo argumentan sus seguidores.

Del otro lado afirman que su permanencia en el poder le otorga ventajas frente a sus adversarios, pero la propia realidad desmiente este planteamiento timorato. En las elecciones regionales de noviembre del pasado año figuras importantes del proceso no fueron reelegidas en unas pocas gobernaciones y alcaldías, y debieron entregarlas a personeros de la oposición que fueron favorecidos por el voto.

La oposición silencia esto y afirma además que gane quien gane, el 16 "Chávez tendrá otros cuatro años de gobierno". Pero algunos de sus voceros hablan de sacar al Presidente antes de cumplir su mandato y apostar a dividir a las fuerzas revolucionarias, en particular a su liderazgo. Se trata de una ruta a la violencia.

Estos planes le dan la razón a Chávez cuando afirma que el Sí no solo implica la continuidad de la Revolución, sino que resulta garantía para la paz ciudadana ante los aprestos de quienes antes ya apostaron por el golpe de Estado y el sabotaje petrolero.

La propia campaña electoral así lo evidencia. La derecha ha apelado a sectores opositores estudiantiles, una fórmula ensayada en países de Europa del Este bajo la denominación de las "revoluciones de colores" y el paraguas de los servicios de inteligencia de EE.UU. y otras potencias capitalistas.

Desde las universidades privadas se impulsan las provocaciones a las fuerzas del orden con el propósito de calentar las calles, mientras se alienta una ola de atentados y hasta una guerra religiosa mediática para culpar al gobierno, que ha sabido desarticular y enfrentar cada una de estas tácticas de desestabilización.

Cuando analistas y encuestadoras hablan de un "empate técnico" y la oposición, que siempre se dio ganadora, al parecer percibe que no le dan los votos, multiplica los mensajes a sectores populares y en particular a los empleados públicos, esta vez asegurando que el sistema electoral y el propio árbitro otorgan plenas garantías de que el "voto es secreto".

Se trata de la confirmación del mimetismo de la derecha venezolana, que en cada elección ataca y desacredita al Consejo Nacional Electoral y apela al fantasma del fraude. Así comenzaron esta campaña, para luego recoger pita al confirmar que esa estrategia inhibía a sus propios votantes.

Aún así, y a pesar de que el propio Chávez ha asegurado que el PSUV y sus aliados reconocerán el resultado, gane quien gane, los dirigentes opositores vuelven a recurrir al cantinfleo y dejan en el limbo si cantarán fraude o aceptarán el veredicto popular.

Más allá de pronósticos, el domingo triunfará quien mejor haga la movilización a los colegios electorales. Para ambos lados, la abstención será el principal contrincante ese día, cuando los venezolanos decidirán una apuesta que trasciende la mera antinomia entre el Sí y el No.

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