miércoles, 7 de enero de 2009

Con la vida de Fidel entre las manos

El oficial que comunicó a Fidel la huida de Batista y le sirvió de chofer durante la Caravana de la Libertad narra en exclusiva sus experiencias en los primeros días del triunfo de la Revolución

José Antonio Torres

Buscando motivos y respuestas, raíces y contactos vitales, el testimonio exclusivo de los cubanos que hicieron historia el 1ro. de enero de 1959 —con el triunfo de la Revolución— llegamos hasta el coronel de las FAR Alberto Vázquez García.

Para Vázquez, dirigir el Complejo Histórico del Segundo Frente Oriental Frank País ha sido la misión de mayor significación patriótica que le ha asignado Raúl después del triunfo de la Revolución.

"Vazquecito" nació en la ciudad de Santiago de Cuba. Desde muy joven se incorporó a la lucha clandestina, durante el alzamiento del 30 de noviembre de 1956 fue el segundo al mando en el ataque a la estación de la Policía Marítima y llegó al Ejército Rebelde como parte del primer refuerzo de 50 combatientes enviados por Frank País García hacia la Sierra Maestra.

Por sus cualidades lo ubicaron en la escuadra de la vanguardia, subordinado al entonces teniente Camilo Cienfuegos; con posterioridad perteneció al pelotón del capitán Raúl Castro Ruz.

Durante el paso de la Caravana de la victoria por el malecón habanero.

En la actualidad es director general del Complejo Histórico del Segundo Frente Oriental Frank País. medio siglo atrás fue el teniente que comunicó a la Comandancia General del Ejército Rebelde la huida del dictador Fulgencio Batista y el chofer designado por Raúl para acompañar a Fidel Castro durante su entrada a Santiago de Cuba y a lo largo de la Caravana de la Victoria, en los primeros momentos de aquel trascendental acontecimiento que estremeció el decursar sociopolítico del continente americano.

Hoy continúa siendo uno de los principales protagonistas de la epopeya victoriosa de la nación; el portador de una fidelidad enraizada en la historia de compromiso y decoro que prestigia y enaltece a la Patria.

Coronel a usted le ha tocado un gran privilegio. Primero hacer la historia y luego preservarla como testimonio de la entereza de los cubanos por defender su tierra. ¿Por qué tanto arraigo a estas montañas, a sus leyendas, a su épica resistencia?

Por deber, por lealtad, por moral revolucionaria. Te puedo asegurar que ser protagonista de un hecho histórico te crea un compromiso adicional: ser fiel al sacrificio de los que ya no están, a los que cayeron para multiplicar nuestra esperanza.

De Martí aprendimos que subir lomas hermana hombres. De Fidel y Raúl que ser dignos, honestos y consecuentes con los principios de nuestra lucha son cualidades inherentes a un revolucionario.

Cierto que estuve entre los 67 combatientes que salieron del campamento del Che —en Pata de la Mesa— e hicieron el cruce para fundar el Segundo Frente. Ese fue un momento importante e insustituible.

Luego el deber me ligó a nuestro Comandante en Jefe. Ese fue, es y será el mayor honor de mi vida, lo llevo grabado en el alma.

Preservar la historia, rescatar cada objeto, no alterar ni un solo detalle de los sucesos que acontecieron, transmitirle a las nuevas generaciones la valentía con que pelearon los hombres por la libertad de su Patria es el principal compromiso que tengo como militar y ser humano.

¿La designación de Raúl para que acompañara a Fidel lo sorprendió?

Sí. Nunca pensé ser el oficial designado, que me correspondiera esa honrosa misión.

Llegué a Contramaestre en la tarde del 30 de diciembre de 1958, junto al Comandante Augusto Martínez Sánchez, casi en medio de la victoria de la Batalla de Maffo, en la que el Ejército Rebelde —con Fidel al frente— aniquiló el último reducto de la tiranía en el oriente del país y marchó victorioso hacia la ciudad de Santiago de Cuba.

El éxito alcanzado en el Banco de Fomento Agrícola e Industrial de Cuba (BANFAIC) marcó el desenlace del movimiento de liberación nacional de los cubanos contra el régimen pronorteamericano y golpista del dictador Fulgencio Batista, quien presidió uno de los gobiernos más déspotas y sanguinarios del siglo XX americano.

El hoy Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros estaba consciente de lo que representaba el resultado de esa acción, y antes de partir le indicó a Augusto me transmitiera la orden de acompañar a Fidel en condición de chofer.

Así me vinculé nuevamente al líder de la Revolución, pues con anterioridad había estado junto a él en la columna uno, de la cual fui fundador.

¿Cómo es que conoce y transmite a Fidel la noticia de la huida de Batista?

El día 31 de diciembre acompañé a Fidel a varios lugares. En horas de la tarde fuimos hasta El Cobre. Allí me preguntó si sabía llegar hasta donde se encontraban Raúl y Efigenio Ameijeiras.

Mi respuesta fue afirmativa. Al filo de las 8 de la noche me entregó un mensaje por escrito para ambos jefes rebeldes con la orientación de no atacar la ciudad de Guantánamo.

El mensaje lo entregué a Efigenio, cerca del batey del Central Ermita, hoy Costa Rica. De regreso, casi a las 2 de la madrugada del 1ro. de enero, comienzo a escuchar en el radio del Land Rover la noticia de la huida del tirano.

Fidel no se encontraba en El Cobre. Entonces me dirigí hacia el Central América. Eran como las 5 de la mañana y el que estaba en la posta de la Comandancia era Calixto García.

Junto a Fidel y Celia durante los primeros días de enero de 1959.

Al comunicarle la noticia se acercó a escucharla. Si mal no recuerdo la transmitía Radio Progreso. De inmediato localizó a Celia Sánchez, quien confirmó lo sucedido y llamó a Fidel.

Los tres estábamos alegres, pero el Comandante en Jefe se molestó muchísimo y nos explicó el significado de lo acontecido, sobre todo para la definición de los revolucionarios y las fuerzas que combatían al régimen.

Al poco rato redactó algunas órdenes y la alocución que leyó al pueblo de Cuba, a través de la emisora Radio Rebelde, en Palma Soriano.

Aún recuerdo su firmeza cuando convocó a la Huelga General, trazó la estrategia final para la entrada a Santiago y proclamó la consigna "Revolución sí, golpe militar no".

¿Qué aconteció en lo adelante?

Salimos para El Escandel, donde se ultimaron los detalles de la toma del cuartel Moncada y otras posiciones militares. Al oscurecer llegamos a Santiago y paramos en la casa de Ferreiro, en la periferia de la ciudad.

Entre las 10 y las 11 de la noche llegamos al Parque Céspedes. El pueblo acudió en masa. La alegría era inmensa. Atrás quedaban los años de sufrimiento y desesperanza. Todo era optimismo, regocijo, satisfacción.

Fidel subió por un costado del ayuntamiento y en medio de aquella multitud anunció el histórico triunfo de la Revolución cubana. Cincuenta años después creo que allí comenzó nuestra Batalla de Ideas, su labor concientizadora de las masas, su excepcional magisterio para conducir el destino de la Patria.

¿En esos históricos balcones anunció otros importantes acontecimientos?

Fidel estaba lleno de júbilo, de alegría por la trascendental victoria frente a un ejército superior en armamentos y pertrechos de guerra, pero muy inferior en moral, en vergüenza, en ideas. En su primer discurso anunció que se cumpliría el Programa del Moncada y la partida de la Caravana de la Libertad.

Todavía recuerdo cuando dijo: "Tan pronto concluya este acto marcharé con las tropas veteranas de la Sierra Maestra, los tanques y la artillería, hacia la capital, para que se cumpla la voluntad del pueblo".

A las 8 de la mañana del 2 de enero cumplió su palabra. En un chevrolet del 57 comenzamos el viaje. Delante íbamos Fidel, Celia y yo. Detrás otros compañeros. Antes de partir dimos una vuelta por Santiago de Cuba. Fuimos a la emisora CMKC y luego enrumbamos por la carretera central.

Sin embargo, la caravana no consistió en el avance de una tropa de militares triunfantes. Aunque a su paso se congregaron considerables multitudes, no fue un convoy de armas y fusiles, sino de conceptos y símbolos, de reflexiones y argumentos.

¿Algún obstáculo en el camino?

Al filo de medio siglo creo que fue peligroso, pero la moral y el decoro de Fidel fueron superiores.

De pueblo en pueblo saludábamos a miles de personas, hasta llegar a un lugar que le decían La Granja de Bayamo. Allí el ejército de Batista tenía su centro de operaciones en la región oriental.

En ese sitio había cientos de casquitos armados. Todos estábamos tensos y cautelosos. No obstante, la integridad del Comandante en Jefe se impuso. Cuando entró y les habló, los guardias comenzaron a tirar los fusiles en forma de hoguera. Aquello parecía un horno de carbón.

¿Al margen de la alegría, la Caravana representó un reto diferente y aleccionador para las tropas rebeldes?

Claro que sí, y en lo fundamental porque otro era el escenario. Estaban tomadas las plazas militares más importantes del país.

Los principales jefes rebeldes se encontraban en los lugares orientados por Fidel. El contexto no era de armas, sino de ideas.

En la guerra los revolucionarios arriesgamos la vida por un ideal. En la paz resulta crucial definir los argumentos, tener claridad en las proyecciones y explicar a las masas los principios y fundamentos de la sociedad que entre todos debemos crear.

No todos contábamos con preparación y conocimientos para comprender la magnitud del cambio. Yo era teniente, pero solo tenía tercer grado y el recuerdo de una infancia plagada de necesidades.

Mientras avanzábamos por los pueblos y veía con el cariño que nos recibían y aclamaban, iba ganando en conciencia de la responsabilidad que tenía de cuidar a Fidel.

Estaba pendiente de cada detalle de la carretera, al más mínimo movimiento de la multitud. Iba con los ojos fijos al timón. Tenía su vida en mis manos y no podía fallarle al pueblo y mucho menos a Raúl, la persona que con mayor devoción y consagración se ha dedicado a proteger al líder de la Revolución.

Sin embargo, cuando menos lo esperaba, me sorprendía entusiasmado escuchando a Fidel hablar de proyectos, de compromisos, de cosas por hacer.

Fidel nos iluminaba con su proverbial vocación de tender puentes de amor entre la gente, entre los pueblos.

Nunca me desligué de la vida militar, aunque desde ese momento comprendí el precio de la ignorancia. Años más tarde recibí con orgullo mi título de licenciado en economía.

¿Recuerda otros momentos con especial significación?

Varios momentos que sentaron las bases con las que el poder rebelde realizó las posteriores transformaciones políticas, sociales y agrarias.

En Camagüey Fidel anunció el cese de la huelga general revolucionaria, coronó el triunfo de las armas y la apertura de una etapa de mayor consagración y trabajo, mientras que en Sancti Spíritus y Santa Clara alertó que la Revolución no podría ser tarea de un día, ni de dos, ni de tres, que nuestros males no encontrarían solución de la noche a la mañana.

Inolvidable aquella tarde del 8 de enero cuando en la Vía Blanca le llevaron a su hijo Fidelito. Entonces conocí la faceta del héroe que abraza con ternura al hijo después que ha pasado la guerra, la impronta humana del líder que luchó con denuedo por multiplicar la esperanza de la infancia.

Tengo grabada en la memoria la ruta de entrada a la capital, cogiendo por la Virgen del Camino, la Avenida del Puerto, el Palacio Presidencial y Ciudad Libertad, hasta ese momento el Campamento de Columbia, o mejor dicho, el otrora bastión de la dictadura.

Allí tuve la imagen más impactante de la victoria, cuando un mar de pueblo y de palomas rodearon al Comandante que medio siglo después es paradigma de la firmeza y el estoicismo de la nación cubana.

¿Cómo se las arregló para manejar en la capital, si nunca había conducido en Ciudad de la Habana?

Casi por control remoto. Fidel sabía de mi marcado desconocimiento de la capital y optó por ponerme la mano en el hombro. Cuando me apretaba debía ir más rápido. Si el apretón era suave, significaba reducir la velocidad. Para doblar a la derecha me alaba, mientras que hacia la izquierda me empujaba en esa dirección.

Te soy sincero. De momento me reía, pero de vez en cuando quería que me tragara la tierra.

¿Por momentos se convirtió en su confidente?

Han pasado cinco décadas y aún recuerdo aquellos días. Eran muy intensos, no dormíamos. Todo era trabajo. Fidel estaba lleno de proyectos que a lo largo de estos años ha concretado. Entonces tuve la gloria de vivir la impronta de su genio y de su audacia.

El siempre fue un conversador, un polemista. Se comunicaba con una facilidad excepcional. Intercambiaba con una habilidad inaudita. Con la escolta, su equipo de trabajo y los oficiales más cercanos siempre estaba en contacto.

¿Cuándo dejó de manejarle?

Fuimos juntos a Pinar del Río y un día después, el 18 de enero, viajamos a Venezuela. Si mal no recuerdo fueron los dos primeros meses de 1959, aunque cada vez que paso por el Museo de la Revolución y veo el Land Rover me sorprendo con lágrimas en los ojos, por el inolvidable recuerdo de vivir momentos imborrables junto a uno de los hombres de mayor calibre intelectual del siglo XX americano.

En mi subconsciente nunca he dejado de estar a su lado, y cada vez que se acerca un 1ro. de enero —o lo he visto pasar con compañeros muy profesionales— me viene a la mente aquel hombre de pueblo que la vida convirtió en estadista de talla mundial sin dejar de ser pauta moral, arraigo a su tierra, prolongación de los principios ancestrales de nuestra soberanía e independencia.

¿Fidel tenía el hábito de manejar, usted le permitió que lo hiciera?

Mientras estuve ahí nunca tocó el timón. En la sierra y luego en el llano la disciplina militar es cosa sería y el acatamiento de las órdenes un principio que nos ha traído hasta aquí.

¿Por qué cuenta ahora esta historia o como dijo alguno de sus colaboradores, descorre el velo del silencio?

Los oficiales de las FAR siempre hemos obrado por deber, no por vanidad. La vida me dio algunos privilegios, cuyo recuerdo conservo con humildad. La historia tiene un significado político importante, pero uno de sus componentes esenciales es la parte humana, y eso es lo que he querido testimoniar y lo que debe trascender como herencia a las futuras generaciones.

Cuando uno acerca la mirada al Complejo Histórico del Segundo Frente Oriental Frank País se percata de que hay mucha seriedad, mucha sensibilidad humana...

Es la única forma de que la historia perviva. Es la labor anónima de un colectivo de trabajadores que con mucha profesionalidad se encarga de cada detalle.

Aquí conservamos documentos y piezas que refrendan la autenticidad de cada acción durante las diferentes etapas por las que transitó el frente. Desde la primera acción hasta la ofensiva final y la victoria, tienen su explicación y confirmación documental.

Las experiencias vividas y el encono con que luchamos es algo que no podemos olvidar, que los jóvenes deben conocer.

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