viernes, 20 de agosto de 2010

Las armas y la cordura

Por: Ernesto Pantaleón Medina / Televisión Camagüey

Las armas y la corduraMe gustan las armas, lo confieso, una afición debida quizás a que, cuando niño mi padre, antiguo ganadero, conservaba algunas de su época de esplendor, en los años 30 y 40 del pasado siglo.

Considero algunas piezas como hermosas joyas, obras del ingenio de artesanos y mecánicos, y por supuesto, hago abstracción de su finalidad letal cuando las considero objetos decorativos, para figurar en una panoplia, como mismo se coloca una katana de samurai o la lanza y el escudo de un guerrero zulú.

Resulta comprensible, al menos para los terrícolas del presente, que un policía porte un instrumento defensivo, o que los soldados deban poseer armamento para guardar la soberanía y la integridad de las naciones.
Sin embargo, a pesar de esa especie de admiración platónica, me resulta difícil asimilar el hecho de que por cada cien ciudadanos de los Estados Unidos, existan 90 armas de fuego.

¿Imagina usted cuántas personas irritables, cuántos inadaptados sociales y delincuentes, cuántos jóvenes con problemas de conducta, cuántas frustraciones se dan en el seno de cualquier sociedad?

En la tierra de hombres de paz como Martin Luther King, Abraham Lincoln o Lucius Walker es fácil canalizar una rabieta en forma de disparos mortales.

No sorprenden entonces las noticias que menudean en los medios de comunicación yankis, relatando masacres en escuelas, gasolineras o supermercados, bombas en edificios de apartamentos, tiradores ejecutando personas al azar con un fusil de combate.

Basta que un profesor impopular haga centro de su exigencia académica al alumno tal, para que éste busque en la gaveta de la mesa de noche del padre, o en el armario del garaje una pistola, una escopeta o un fusil, la emprenda a tiros con el maestro y de paso, asesine a diez o doce condiscípulos antes de colocarse el cañón del arma en la boca y apretar el gatillo (cualquiera puede remitirse al documental de Michael Moore en relación con los sucesos de la localidad de Columbine).

Conozco la influencia de la Asociación del Rifle, y que la venta de armas es un jugoso negocio, pero considero que ninguna sociedad civil, ordenada, inteligente y equilibrada, puede permitir tal proliferación de muerte, y mucho menos estimular la violencia desde los simples ¨Muñe¨ hasta los video juegos, las películas o las aventuras de halcones reales que arrojan bombas y misiles sobre Irak y Afganistán.

Los mismos halcones que hoy amenazan con llevar una buena parte del planeta al holocausto nuclear.

Es tiempo de que la humanidad dé un primer paso y diga NO a las armas, entonces estará diciendo SÍ a la cordura y a un mañana de paz como legado para los futuros habitantes de esta sufrida y maltrecha esfera azul.

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