miércoles, 15 de julio de 2009

Antenas de libros y homenajes

Por :María Antonia Borroto Trujillo | Televisión Camagüey

Los libros nos reciben desde la misma portada del número 25 de la revista Antenas. Libros sabiamente ubicados, y junto a ellos, otros instrumentos que hacen más fina la visión, más eficaz el trazo. Es una metáfora del poder de la lectura, del poder de la literatura.

No podía ser menos para un número dedicado especialmente a la conmemoración del aniversario cuatrocientos de la literatura cubana, edición en la que la revista ensaya una nueva imagen, más ligera acaso, cuidada y funcional. Los cuadros de Joel Besmar, articulados con el discurso propio de la revista, tienen gran cuota en tales atractivos, a lo que se une la infaltable mano de Luis Omar Álvarez.

Mas veamos, muy grosso modo el contenido: abre las páginas de Antenas una desiderata de Luis Álvarez a propósito de la crítica cubana, texto que traza una suerte de itinerario de las funciones y modos de ser de la crítica en contraposición al discurso académico, asumida precisamente como acto de creación.

A este ensayo le siguen aproximaciones a obras y personalidades de nuestra literatura: Dulce María Loynaz, Mariano Brull, José Lezama Lima, Virgilio Piñera y Eliseo Diego. Son los respectivos autores Marcos Tamames, Juan Nicolás Padrón, José Rojas Bez, Ramiro Fuentes y Ernestina Hernández.

Jorge Santos Caballero traza una panorámica del devenir de la literatura cubana, panorámica en la que llama la atención a propósito de la frecuente aparición de escritores “con los temas más sugerentes y un conocimiento indispensable de cómo debe hacerse la literatura en los tiempos actuales”. Es prioritario, en su opinión, la incorporación de tales voces “al corpus de nuestra literatura por su grado de madurez en el análisis de los más diversos temas medulares del contexto nacional”.

Sobre la polémica a propósito de Camagüey como cuna de la Literatura cubana—lo que es casi igual a decir a propósito de la autenticidad del “Espejo de paciencia” y de la existencia de Silvestre de Balboa—, porta su lanza Ramiro García. Apuesta por el sí rotundo y definitivo, y se vale para ello de exhaustivas investigaciones, realizadas por él, en archivos españoles, a lo que se une su mirada al Camagüey de la época, el que, en su opinión, bien pudo ser sede del acontecimiento.

“Ofrenda lírica” también nos aproxima al Camagüey. Versos de Gertrudis Gómez de Avellaneda, Aurelia Castillo de González, Rolando Escardó, Emilio Ballagas, Mariano Brull, Nicolás Guillén y Luis Suardíaz nos devuelven la pluralidad de imágenes posibles a propósito de esta tierra, tan justamente cantada. Y junto a ellos, como el primero, Silvestre de Balboa, con los veros iniciales de su “Espejo...”, evocación de las gracias de la ínsula, dorada, de cumbres eminentes, rica de perlas y de plata fina...

La revista Social es el objeto del análisis de Olga García Yero, vista en tanto texto cultural lo cual quiere decir que, desde sí misma, puede explicar segmentos diferentes de la cultura. Social no es, ni por asomo, “viajera solitaria en medio de una mar océano” y para demostrarlo, Olga se sirve de referencias a otras publicaciones que, por la misma época, buscaban resolver antinomias propias de casi todas las publicaciones de tal naturaleza, dígase, por ejemplo, la levedad en la escritura y cierta coquetería galante, destinada a la conquista de un público gustoso de ciertos temas, sin que ello significara desdeñar la llamada alta cultura. La contradicción deja de tener sentido si asumimos, nos dice la investigadora, que la frivolidad es también un interesante componente de la cultura.

Este apartado dedicado a las revistas, tan útiles y dinamizadoras de la literatura y de la idea que de ellas tenemos, este apartado, decía, incluye un texto de Emilio Ballagas, publicado en la revista Antenas, en 1928. Su apasionada defensa de la juventud y de las ansias vanguardistas, de ese afán por rejuvenecer el Universo, desmiente a quienes suponen a los intelectuales y, sobre todo a los poetas, seres desasidos de las entrañas mismas de la vida.

Enrique José Varona pone una nota de humor en un texto que parece escrito hoy mismo. Se mofa el pensador de quienes sustituyen el saludo, humano y cordial, por una tarjeta. Al leerlo y sonreír no puede uno menos que pensar en la permanencia de una misma actitud, expresada en la actualidad con las novísimas formas de comunicación que no nos unen tanto como ciertos incautos creen.

Una entrañable evocación a propósito de una especialísima lectora, Clara Niggermann, nos llega desde la calidez de Severo Sarduy: texto que privilegia la complicidad y amistad que solo posibilitan los libros compartidos, ciertos cafés y las peñas, palabra esta, nos dice, en la que persiste la nudosidad barroca.

La sección dedicada a las reseñas nos trae la palpitación de libros recientes, esta vez visión martiana de la cultura, de Luis Álvarez y Olga García Yero, Presencia del olvido, de Rubén Faílde y Yo ser un niño normal, de Reidel Gálvez. Lionel Valdivia, Alejandro González y María Mercedes Companioni son los encargados de mostrarnos sus particulares experiencias en tanto lectores.

Este, el número 25 de la revista Antenas, tiene el raro sabor de los homenajes, sabor que no es el del ditirambo, ni de la frase hueca que juega a ser ingeniosa: se ha asentado en la crítica y el pensamiento, consustanciales a la evolución misma de la literatura cubana.

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