martes, 28 de abril de 2009

La persistencia del sí | Alfabetización en Haití

Katia Siberia García

A Antoine Estimene se le ha ido medio siglo entre las manos. Con ellas crió cuatro hijos, limpió pisos para alimentarlos de vez en cuando y hasta le salieron callos de tanta guataca enterrada en el surco. Casi nadie en la sureña comuna de Aquin dudaba de su destreza hasta el día en que intentó trazar una vocal en la pizarra y no pudo.

Con las graduaciones no se anuncia el fin del programa. La posibilidad de una segunda etapa: “Yo sí puedo seguir” mantiene a muchos alerta.

Entonces comprendió que durante toda su vida ninguna tarea le había sido tan difícil, y que quizás tres meses no bastarían para afirmar: Yo sí puedo.

Antoine repetirá el curso. Su control muscular siguió siendo torpe a pesar de las simulaciones en el aire; su memoria no retuvo las asociaciones de números y letras. No pudo graduarse con sus compañeros de aula.

No obstante, nadie en Aquin se resiste a darla por perdida. Ni ella, ni el facilitador Isaac Didieu, ni los doctores cubanos que siguen de cerca el programa, ni el asesor educativo del departamento Sur, Robely Reina se creen vencidos. Todos continúan creyendo que sí se puede.

Yanelys confiesa sentirse realizada como doctora y como “maestra”.

Con esa persistencia han de andar también el resto de los cubanos que hoy pretenden alfabetizar a millones de haitianos. Y no se debe solo a lo enrevesado que pudiera ser para un iletrado de 50 años enfrentarse por primera vez al lápiz y la cartilla. El contexto de este país, en el cual se estima un 49% de analfabetismo, no siempre ha sido favorable para enseñar a leer y a escribir.

¿Querer es poder?

A juzgar por el tiempo y el empeño de los colaboradores de Educación, Haití podría ser ya territorio libre de analfabetismo. Pero ocho años y sobrada voluntad de asesores cubanos no han bastado para lograr tal objetivo. Adalberto Bravo Carbonell, jefe de la misión educativa en este país, ofrece algunos de los porqué.

Para él, la cifra de 14 000 alfabetizados, lograda entre los años 2001 y 2002, fecha en que comenzó el programa, fue apenas una arrancada que encontraría no pocos obstáculos.

A pesar de que el método tenía como soporte a la radio y ello facilitaba su alcance en gran parte del país donde la corriente eléctrica continúa siendo una utopía, las pilas comenzaron a escasear y la señal radial no siempre acompañó.

El aprendizaje, considera, tampoco fue el esperado si lo comparamos con la promoción que hoy hemos logrado a través del Yo sí puedo.

Luego, los frecuentes fenómenos atmosféricos que cada año desatan en Haití periodos de crisis impusieron recesiones.

Sin embargo, ninguna fue tan inesperada como la de febrero del 2004. Por lo menos a Mayda de León Riveaux todavía le produce sobresaltos el recuerdo de un grupo de militares que a punta de pistola la obligaban a retirarse del carro en el que viajaba.

Un golpe de Estado sacaba del poder a Jean Bertrand Aristide y la inestabilidad política que reinó hasta las elecciones del 2006 impuso la retirada de la colaboración cubana. Nuevamente la persistencia llevó a los educadores a reiniciar la alfabetización y para noviembre del 2006 el método Yo sí puedo era ya una realidad.

Otra vez aterrizó en Haití la profesora Mayda, quien hoy está a cargo del programa en el departamento Oeste y aunque los obstáculos aún no desaparecen, pues continúa limitando la corriente eléctrica y la permanencia de facilitadores que quieran dar clases gratuitamente, se reportan historias que reconfortan.

Allí en Puerto Príncipe recientemente dos grupos de estudiantes concluyeron sus clases y, en lo que muchos catalogaron como la ceremonia más importante de sus vidas, dieron muestras de infinito agradecimiento.

Cecilia Poleus podrá ayudar a su hijo en las tareas; Cilina Dry escribir cartas a sus familiares lejanos; y a los padres de Alicia Esterá les dolerá menos que no hayan podido pagarle la escuela a su hija de 13 años.

Los 1 500 graduados en esta última etapa (diciembre de 2006-abril de 2009) pudieran dar fe de los resultados del Yo sí puedo y dentro de algún tiempo los alumnos de las 297 aulas que actualmente permanecen abiertas asistirán igualmente a la algarabía del reconocimiento.

Mientras, la marcha del conocimiento continúa sobrepasando barreras y hasta la norteña isla de La Tortuga, de donde la asesora Yanet Landa Wilson retornó conmocionada, llegan los reportes.

Su trabajo como defectóloga en la escuela especial 28 de Septiembre, allá en Cacocún, Holguín, no le deparó menos alegrías que las vividas en apenas una semana en esta isla.

"Todos quieren abrir aulas y sobran voluntarios para enseñar. Ha sido difícil poner el límite de 25 alumnos por grupo", describe Yanet.

Consultas de alfabetización

Desde diciembre del 2008 la brigada médica cubana comenzó a desandar otro terreno, y sus integrantes encontraron quizás el más complejo de los casos. El cambio de rumbo los hizo responsables de una nueva consulta: esta vez, frente a las aulas.

Para "curar" la ignorancia debieron comprometer a un facilitador que impartiera clases, disponer de un local, lograr donaciones de combustible para cada tarde hacer uso del televisor y el video, y seguir de cerca la alfabetización, pues a pesar de que los asesores educativos de cada departamento coordinan y controlan esta actividad, son los colaboradores de la Salud quienes habitan cada una de las comunas donde el programa se desarrolla.

Entonces aparecieron ejemplos como los de San Rafael; una comuna de Cabo Haitiano donde Yanelys Espinosa Guerra y Cándida Linares Rojas vieron a futuros alumnos levantando un techo para no demorar más el aprendizaje. Bajo él, Roseman Pierre habla de reciprocidad porque "si los cubanos hacen tanto por los haitianos, nosotros no podemos únicamente dar las gracias". Por eso este pastor se convirtió además en facilitador y hoy impulsa la apertura de otros grupos.

A unos kilómetros de allí, en la Ranquitte, Dulce María Rodríguez y Nancy Fernández logran los primeros trazos de Rose Marie. Al nordeste, en la comuna de Ste Zuzanne, en el departamento de Fort Liberté, la inquietud no le da tregua a la doctora Acacia Adelfa y cada día posterga el descanso con el afán de declarar a su comuna territorio libre de analfabetismo.

Pero los 5 881 haitianos que hoy asisten a las aulas no son menos persistentes. La explicación yace también en las imágenes que cuelgan de algunas paredes. Desde ellas, el insigne Toussaint Louverture inspira. Él aprendió a leer y a escribir a los 28 años de edad y a los 58 redactó la primera constitución de este país.

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