martes, 21 de abril de 2009

Si la eficiencia fuera…

Por: Ernesto Pantaleón Medina / Televisión Camagüey

Si hacer las cosas bien, la búsqueda de la eficiencia, no fuera un objetivo casi inalcanzable para algunos, sino la razón de ser de todos en cualquier esfera de la vida, todo marcharía mejor, tendríamos más, y tal vez podríamos ir en busca de la perfección.

Entonces, nuestro paso por este mundo sería más fácil, y quien sabe si eliminaríamos ese enemigo oculto que llamamos estrés.

Abundarían las sonrisas, los buenos días, los por favor y las gracias, saldríamos contentos de la barbería, nuestro vecino escucharía música en un nivel de decibeles agradable al oído, las personas no nos hablarían a gritos, ni nos empujarían al subir al
ómnibus.

En el trabajo, haríamos lo posible (y un poco más) por cumplir la tarea, sin justificaciones, simplemente por la necesidad de rendir el máximo, algo por lo que nos pagan un salario.

La esposa, al llegar a la casa tras la jornada laboral y luego de recoger los niños en la escuela, encontraría que los innumerables quehaceres hogareños están “en fase de cumplimiento” y no esperando por ella; los chicos realizarían sus deberes y mantendrían sus cosas ordenadas.

Así, el agricultor comenzaría sus faenas cada día silbando una canción, y se ocuparía con todo esmero del riego, el cuidado de las plantaciones o la cosecha, contento y orgulloso de la importancia de su labor (nada menos que garantizar la comida de sus semejantes). Al comprar en el mercado, los productos tendrían su peso exacto, ni un gramo de menos, sino el que indica su precio.

La economía del país no sería la preocupación de muchos, sino un mecanismo engrasado que marcharía bien, a pesar de los vaivenes del Mercado Mundial.

Por qué dudarlo; creceríamos hasta lo inmenso en nuestra estatura humana, seríamos mejores con nuestros semejantes y con nosotros mismos, y esa satisfacción incomparable del actuar correcto nos acompañaría a la cama cada noche.

Entonces, quizás podrían los hombres y mujeres vivir más de cien años, algunas suegras serían ancianas bondadosas, dulces y tal vez, estos párrafos no habrían aburrido a quien los leyera.

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