miércoles, 28 de enero de 2009

Nuestro Martí

Por: María del Carmen Fuentes | Televisión Camagüey

José Martí vive entre los cubanos. El niño, el intelectual, el obrero, la ama de casa…, conocen de su vida y obra. Su torrente de ideas ha empapado la vida de quienes habitamos la Mayor de las Antillas. Sobrevienen perfectas para cada ocasión y conducirnos como mejores personas, patriotas, amigos…

Su nacimiento en la calle Paula No. 41, en La Habana, el 28 de enero de 1853, es motivo para hacerlo aún más cercano, más hombre apegado a virtudes y defectos y no a la perfección de los héroes o los mitos.

Muchos estudiosos se han sumergido en el mar de su creación y en los hitos de su intensa vida. Cintio Vitier, por ejemplo, quien ha dedicado su vida a interpretar cada arista del pensamiento martiano ha dicho:

“Como poeta “en versos” (ya que más aún, como él quería, lo fue “en actos”) Martí descubrió antes que todos la verdadera “musa nueva” de una modernidad florecida a partir de la raíz hispánica, en Ismaelillo (1881); descubrió el verbo desnudo, visionario y “protoplasmático”, anterior a la escisión de verso y prosa, como observó Unamuno, antes que el propio Unamuno de El Cristo de Velásquez, y descubrió, antes que Antonio Machado, el uso del acento popular para la expresión alta de una concepción del mundo que vibra con todas las cuerdas del alma, y las armoniza, en Versos sencillos. Sus contemporáneos sucesivos son, después de Rubén Darío –al que llamó “hijo” y que a él lo llamó “maestro”–, Gabriela Mistral, César Vallejo y José Lezama Lima, que en 1960 dijo que es él, Martí, quien nos acompaña en esta última era, “la era de la posibilidad infinita”.

”Como periodista, Martí le injertó al periódico, antes que la generación del 98, la savia del ensayo, según es evidente en “Emerson”, “Darwin ha muerto” y, cenitalmente, “Nuestra América”. Abrió el compás de la crónica y el reportaje hasta dimensiones pictóricas, muralistas o de un detallismo sorprendente, e incluso pre-cinematográficas por las amplitudes panorámicas, los súbitos close-ups y el contrapunto de los tiempos. Véanse como ejemplos, entre muchos, la última crónica sobre los anarquistas de Chicago, en que su horizonte ideológico da un giro importante, y “El terremoto de Charleston”, en que asistimos, como banda sonora, al nacimiento de un “spiritual” desde la desolación y la catástrofe. No ha aparecido todavía el relevo de Martí en el periodismo hispanoamericano”.

“Como crítico; se adelantó más de medio siglo a la crítica llamada de participación, que propuso Leo Spitzer en su libro Lingüística e historia literaria (1955). Totalmente al margen de la crítica normativa y preceptiva, que se practicaba en su tiempo junto con la caprichosa o denigrante, Martí –observé desde 1976– se sitúa intuitivamente “dentro de la obra”, en su centro cordial, y desde allí descubre “las leyes que la rigen”, que es lo mismo que pediría Spitzer. Dos ejemplos: “El poeta Walt Whitman”, también crónica ensayística, que instaló al gran rapsoda norteamericano en nuestra lengua, y “Nueva exhibición de los pintores impresionistas”, con una comprensión artística y social de aquella escuela que no ha sido superada”.
Y ha dicho mucho, muchísimo más, porque es tan extensa la obra martiana que encerrarla en apenas unas cuartillas es imposible.
Sin dudas, Martí nació con una luz prominente aquel 28 de enero, para siempre irradiar los destinos de una nación. Su dimensión resurge; por ello, en el actuar de los cubanos, se impone en sus retos cotidianos, en la lucha infinita por ser libres a toda costa, en la verdad absoluta de hacernos valer por nosotros mismos y en la voluntad de propiciar la germinación en el mundo de las semillas de la grandeza humilde de este, su pueblo digno y profundamente martiano.

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