Por:Ernesto Pantaleón Medina\Televisión Camagüey
Concluyó la cumbre de Coppenhage, sin gloria alguna, pero sí con muchas penas y abundante ruido, y no precisamente la algarabía mediática que acostumbran armar los poderosos para enmascarar sus deslices (vaya, lo que los cubanos llamamos “ trapos sucios” )
El escándalo fue real, en las calles, no lo pudieron acallar ni los grandes medios, y lo promovieron miles de manifestantes, preocupados por el galopante cambio climático y la absoluta indiferencia de los países ricos, precisamente los que más tienen, más contaminan y menos protegen.
Ya lo habían advertido algunos pensadores, entre ellos Fidel. Nada bueno cabría esperar donde concurren naciones pobres y naciones explotadoras, esas que se sienten por encima del bien y del mal.
Vino la maniobra que concluyó la reunión: un grupo de los “ elegidos” , supuestos líderes, decidió a espaldas de los pueblos, adoptar acuerdos sin consenso, pero a la medida de sus intereses.
Y como aquellas lluvias trajeron estos lodos, la provocación, la injuria, motivaron un aluvión de respuestas, encabezadas por el ALBA, con Venezuela, Bolivia y Cuba como vanguardias de la dignidad.
Pesaron las realidades expuestas en cada discurso a lo largo de la fracasada cumbre, los argumentos de Chávez y Evo, que exaltaron al auditorio por lo objetivos; cayó como un martillazo la respuesta del canciller cubano ante un espurio documento al que calificó de “papelucho” .
Pero pesó aún más y pesará durante mucho tiempo en el cerebro de millones de personas, la imagen de una mujer, la representante de Venezuela, con los ojos llameantes por la ira ante el ultraje, y la diestra marcada con gotas de sangre, como una bofetada en pleno rostro de la iniquidad, la indolencia y la mentira.
Quedan claras las advertencias, y no piensen los poderosos que están más allá de la vida y de la muerte, como creen sobrepasar los límites del bien y el mal.
A ellos también los alcanzará el fin de los tiempos, si no escuchan el llamado de la razón.
Quizás, en un plazo más o menos breve no habrá historia que los juzgue, pues no habría humanidad, pero hoy todos los índices los señalan acusatorios, y en millones de corazones en los cinco continentes, está bien claro quienes son los culpables, porque el presente sí los condena.
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