Madeleine Sautié Rodríguez
El 14 de septiembre de 1959 se iniciaba el primer curso escolar cubano después de la Revolución. Notables acontecimientos en torno suyo marcarían la diferencia con los que hasta entonces habían acaecido.
Con la transformación que acababa de sufrir el propio escenario donde tendría lugar el acto inaugural, se había consumado un hecho único en la historia de las repúblicas del continente americano: el Campamento militar de Columbia, que fuera sede del Estado Mayor del ejército de la dictadura batistiana, protagonista de las mayores atrocidades contra el pueblo, acababa de ser entregado por el gobierno revolucionario a Educación para convertirlo en una escuela en un acto donde junto a Fidel, estaban Raúl, Camilo, Juan Almeida, el Che, Armando Hart, Efigenio Ameijeiras y otros compañeros.
Más allá de la poderosa carga simbólica del cambio, el suceso era mucho más que una alegoría. Las armas, que hasta entonces y desde allí apuntaban al pueblo, se transmutaban en libros, sin dudas armas también, pero con fines totalmente diferentes a los de aquellas.
No podía alcanzarse a ver desde allí la magnitud de la obra que a partir de entonces se construiría. Aquel encuentro que calificó Fidel como "el acto más hermoso de esta Revolución", concluía, después de beberse el auditorio el sublime manantial de sus palabras, con un libro de Versos sencillos de José Martí, obsequiado a cada uno de los niños, y una lluvia de flores y globos que ostentaban el lema: Ser cultos para ser libres.
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