martes, 16 de febrero de 2010

Prevenir vale más

Incendios forestales

Lianet Arias Sosa

Año tras año los incendios forestales activan las alarmas en el mundo. Bosques y biodiversidad padecen sus estragos. Indonesia, Australia y hasta el superdesarrollado Estados Unidos son algunos de los países donde estos fenómenos devienen catástrofe.

Mientras, en pleno Caribe, Cuba afronta retos parecidos. Sus condiciones climáticas conspiran a favor del fuego, y la presencia de vientos del sur más intensos, así como periodos alternos de altas temperaturas señalan para esta temporada un difícil y peligroso panorama.

Los incendios en la vegetación ya habían dejado su impronta durante el 2009. Entre febrero y mayo, periodo considerado de alta peligrosidad para la ocurrencia de estos fenómenos, se reportó un total de 437 siniestros. Más de 11 500 hectáreas de bosques fueron afectadas; unas 3 600 hectáreas de yerbazales de ciénaga sufrieron su impacto.

Los mayores daños se verificaron en Las Tunas, Camagüey y Ciego de Ávila. Las pérdidas económicas ascendieron a más de 11 millones de pesos, sin incluir el incendio de la meseta de San Felipe, en Camagüey, que alcanzó los 53 millones.

Esta vez el 88% de los siniestros cuya causa fue posible determinar obedeció a acciones humanas. Lo preocupante es que, de estas, un 83% correspondió a negligencias. Quemas realizadas por personas o instancias en áreas rurales encabezan la lista. Le siguen transeúntes y fumadores irresponsables. También las chispas de vehículos y maquinarias agrícolas.

Especialistas de la Jefatura Nacional del Cuerpo de Guardabosques, perteneciente al MININT, pronostican para el 2010 entre 319 y 360 incendios que podrían afectar unas 10 000 hectáreas. De 10 a 12 de ellos alcanzarían grandes proporciones.

Al déficit de lluvias, los intensos vientos del sur y los periodos alternos de altas temperaturas se suma la existencia de material de fácil combustión en los bosques: los huracanes Gustav, Ike y Paloma dejaron tras de sí un enjambre de ramas y troncos rotos. Otros desechos del desastre, llevados a las áreas boscosas por personas de los alrededores, son también posibles facilitadores de los siniestros.

Las provincias de Cienfuegos, Sancti Spíritus, Ciego de Ávila y Camagüey, así como el macizo de Guamuhaya y el municipio especial Isla de la Juventud, poseen hoy las condiciones más propicias para que se generen allí incendios forestales. Ya en enero de este año, unos 23 siniestros habían afectado más de 100 hectáreas.

Los guardabosques, que han trabajado tradicionalmente con el Cuerpo de Bomberos, afinan las medidas. Ahora ambas entidades persiguen ahorrar recursos y responder de modo más efectivo junto a otras instancias del Estado. Los primeros tienen como misión llegar lo antes posible hasta el hecho. Ser oportunos es una necesidad, por eso permanecen cerca de los bosques.

Por otra parte, unas 2 000 personas que viven en los alrededores de zonas boscosas han sido contratadas durante el periodo de mayor riesgo para que, junto a los efectivos existentes, tornen más precisa la labor de detección. En este primer momento, los guardabosques emplean igualmente técnicas satelitales y aviación.

Luego hay que llegar al lugar. Actualmente, el Cuerpo de Guardabosques utiliza camionetas para arribar lo más rápidamente posible. De ese modo, el incendio incipiente podría ser controlado. En caso de que no fuera posible, los bomberos cumplirían su parte y acudirían con autos-cisterna para aplacar las llamas.

Que un incendio se vaya de control reporta un gasto enorme al país. Lejos de la madera para las casas, las sillas, los lápices... , la nación pierde mucho más. La muerte de otros organismos que habitan los bosques es el costo pagado por la biodiversidad ante estos fenómenos. La vida humana también corre peligro. Aunque repetido... vale más prevenir, que tener que lamentar.

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