Por Moraima Borges Mariscal / Televisión Camagüey
¿Fue arte rupestre o periodismo prehistórico el que de antaño fue pincelado en las antiquísimas cavernas? El hombre tiene desde entonces la necesidad de reseñar sus hazañas, de hacer crónica de sus días… para luego encontrarse con su historia.
En el paleolítico no había descubierto, la primitiva humanidad, el papel; ni sus códigos comunicacionales eran lo suficientemente amplios y expresivos para un surgimiento del periodismo. Sin embargo encontró en las paredes de sus cuevas el mural justo para referir sus experiencias, actos y eventos diarios.
El Nearthental derribaba un mamut, y allá iba con sus líneas y curvas a dibujarlo en la caverna, ¿Era necesidad de hacer arte o imperiosa avidez por contar y acuñar sus hazañas? No creo que haya margen para encontrar la más autentica de las respuestas, ni con el carbono 14 ni con los mayores intentos genéticos del XXI y de los siglos que vendrán. Pero estimo, desde mi humilde acumulación de conocimientos, que si el hombre no tiene primero referentes de su vida y el mundo que le rodea cómo puede luego encontrarse y asimilar el arte que no sólo es satisfacción estética de las formas sino además unidad de contenido.
Un polémico asunto sobre la primacía de la información respecto a la programación artística, en un órgano de prensa como la televisión, promueve estas reflexiones.
Artistas en fotografía, dramaturgia y otras maneras de la producción audiovisual, en televisión Camagüey, consideran impropio que el informativo (visto como departamento para la elaboración de noticias), sea ante todo la prioridad en las decisiones. ¿Por qué hacer tanto reflejo de actos y hechos que de tan parecidos en sus envolturas parecen aburridos y atentan contra la credibilidad de la labor de los periodistas? ¿Por qué destinar a esas producciones la mayor cantidad de recursos en detrimento de la creación de obras dramatizadas?
Resulta que a diferencia de lo que piensan, los hacedores de televisión en Camagüey, lo primero no es el informativo propiamente, como estructura de la organización, sino el hecho noticioso, el reflejo del quehacer diario del hombre, la satisfacción de hacer crónica de la vida, de reseñar lo que sucedió hoy, y de qué forma, para decidir qué hacer mañana y cómo; un ejercicio del que no puede prescindir el hombre, incluso, antes de poner la cabeza en la almohada.
El asunto no está en el reflejo de los actos y las victorias, pues qué hacían sino nuestros antepasados de la prehistoria, no creo que el arte rupestre (¿o periodismo de cavernas?) reflejara tan fiel la problemática del paleolítico, pero lo perpetuó como esencia, lo catapultó al futuro. Nos dio sus referentes de vida y realidades, a través de los cuales, consiente o inconscientemente, introdujo en la especie humana una necesidad vital: la comunicación.
La alternativa está en que el periodista del siglo XXI, no se quede en la cubierta, no se limite a la presentación de imágenes, (como tal vez lo haga la pintura, o la fotografía, o la escultura), ha de ir al centro, a la médula, a los sentimientos que mueven o desmotivan al hombre de su época.
Es verdad que entre tantos actos y reuniones a veces se pierden las historias, las buenas historias que cuando aparecen luego en una novela u obra artística cualquiera, son más creíbles y reconocidas como reales, si antes ya la aportó como existente y realidad innegable el periodismo.
Pero tienen razón los artistas que opinaron en el debate; la misión del periodista va más allá de la simple exposición de acciones y hace falta, por tanto, la comprensión de los de afuera del medio, para que haya menos solicitud de coberturas, que en materia de efectos sólo significan un combate táctico.
Es preciso destinar los recursos a un periodismo de mayor hondura, de fines estratégicos, el que busca una arquitectura consistente para el comportamiento, y el que no puede estar a expensa de la disponibilidad de las dos únicas cámaras con las que cuenta el órgano, (me refiero al informativo en la televisión de Camagüey), para buscar una historia que de cotidiana se convierta en reflejo del hombre de nuestro tiempo, y lo defina en su continuo afán por transformarse en mejor.
Sólo cuando ésa sea la única y verdadera prioridad, no habrá reclamo del resto de los creadores pues, entonces, en la producción periodística podrán participar con su visión estética el director de fotografía, el camarógrafo, el editor de imágenes… de manera tal que el contenido informativo, o noticioso, incorpore como unidad de creación una forma cada vez más atractiva que haga sentir al hombre de nuestros tiempos no sólo protagonista de sus crónicas o reportajes sino además, portador de la esencia y la espiritualidad que refrendan ese arte mayor, de altos quilates, que es la propia obra de la vida.
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