Osvaldo Martínez, Director del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial
Ha transcurrido un año desde que la actual crisis económica comenzara su ciclo de destrucción, aunque su duración pudiera extenderse ya a dos años, pues en el verano de 2007 empezaron a observarse las señales de la crisis inmobiliaria en Estados Unidos que fue el preludio de esta crisis global.
En los países ricos azotados por la crisis se escucha una polémica sobre la ansiada recuperación, a propósito de algunos indicadores trimestrales que han mostrado un leve repunte o han disminuido su ritmo de descenso. Algunos dan por terminada la crisis y anuncian con alborozo una recuperación pujante que deberá comenzar de inmediato.
Sin embargo, los análisis más objetivos indican que hay deseos convertidos en pronósticos de apariencia científica y que esta crisis global —la más profunda desde los años 30 del siglo pasado— no puede ser declarada cosa del pasado, pues todavía encierra potencial para producir mayor destrucción y sorprender a muchos debido a sus características inéditas.
Ella no puede ser vista como una repetición de 1929, pues se trata de un organismo único en el cual se mezclan varias crisis (alimentaria, energética, ecológica, social, financiera) en medio de un elevado grado de globalización con activos "tóxicos" (carentes de respaldo real) diseminados por la economía mundial y con unas finanzas increíblemente complejas (bancos de inversión, paraísos fiscales, fondos de alto riesgo, empresas aseguradoras, etc.), en un contexto en el que no se sabe el monto real de esos "activos" ni existe regulación internacional para contener los movimientos de esa enorme masa financiera que algunos consideran no inferior a 600 millones de millones de dólares.
En la polémica pudieran sintetizarse las posiciones entre aquellos que esperan en Estados Unidos una vigorosa recuperación; los que creen que la recuperación será anémica y más bien tendiente a reproducir el virtual estancamiento de la economía japonesa entre 1990 y 2005; aquellos que señalan la existencia de otras burbujas financieras prestas a estallar y por esa y otras razones hablan de una crisis de "doble zambullida" en la que probablemente a comienzos de 2010 ocurra de nuevo otra caída violenta acompañada de elevada inflación debido a la inyección masiva de dólares en forma de paquetes de salvamento por los gobiernos de Bush y Obama; el crecimiento enorme del déficit presupuestal y en general, de la deuda pública que alcanza la cifra de 12,5 millones de millones, casi equivalente al Producto Interno Bruto de Estados Unidos.
Pero antes de avanzar en esa polémica, es conveniente prestar atención al costo social hasta ahora acumulado por la crisis global, pues no se trata de un debate técnico correlacionando variables en un modelo teórico, sino en la acción destructora sobre las personas y la riqueza social que las crisis capitalistas provocan cada cierto tiempo.
El encarecimiento de los alimentos —uno de los ingredientes de la actual crisis— entre 2005 y 2008 llevó a la extrema pobreza a unos 200 millones de personas, en tanto que las estimaciones para 2009 agregan una cifra entre 55 y 90 millones de personas adicionales que fueron empujadas a la pobreza extrema debido a la crisis. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) los desempleados aumentarían entre 30 y 50 millones debido a los efectos de la crisis.
Datos recientes de la FAO indican que los hambrientos ascenderán a 1,020 millones de personas en 2009, que representan 170 millones adicionales a los que había en 2007.
Por último, las estimaciones del Banco Mundial indican que la crisis podría causar entre 200 000 y 400 000 muertes infantiles adicionales al año entre 2009 y 2015, lo que implica la enormidad de entre 1,4 millones y 2,8 millones de niños asesinados por la crisis capitalista.
En cambio, para los llamados super ricos del mundo, según el informe sobre la riqueza mundial 2008, unas 80 000 personas que representan el 0,001% de la población y concentran en sus manos el 10% de la riqueza del planeta, el impacto de la crisis no ha provocado gran conmoción. Si en 2005 poseían una riqueza de 33,4 millones de millones de dólares, en 2008 era de 32,8 y las más visibles muestras de "empobrecimiento" fueron el descenso de 1 000 millones de las ventas en subastas de obras de arte y una caída de 21% en las ventas de autos Lamborghini de lujo.
Si observamos el estado de la economía de Estados Unidos podemos apreciar que el fin de la recesión es discutible, aun en los términos reducidos en que se entiende tal cosa en el lenguaje convencional de la ausencia de crecimiento trimestral, y que el camino hacia delante está erizado de obstáculos y peligros y no indica en modo alguno una recuperación vigorosa. Lo que se observa en el horizonte es la negativa combinación inflación-deuda, los peligros de otras burbujas financieras que podrían estallar y la posibilidad de una crisis de doble zambullida o de dos caídas en la que la segunda caída podría ocurrir en el próximo año 2010.
Uno de los cursos posibles de la crisis tiene relación con la enorme masa de dólares emitidos por el gobierno de Estados Unidos en forma de paquetes de salvamento, los cuales se agregan a los emitidos alegremente a lo largo de décadas para mantener el funcionamiento deficitario y parasitario de esa economía.
El privilegio exclusivo de actuar como el único país que puede hacer importaciones y pagos diversos por el simple procedimiento de imprimir dólares, está haciendo crisis y esta se refuerza con las inyecciones de dólares y la debilidad general de la economía norteamericana. No está lejos el punto en el cual se haga insostenible el privilegio del dólar.
Otro de los serios obstáculos a la recuperación es que la burbuja inmobiliaria que estalló no es la única existente. La especulación desbordada, contando con el favorable entorno neoliberal infló otras burbujas que pueden explotar en cualquier momento.
Una de ellas es la burbuja inmobiliaria en edificaciones no residenciales, esto es, oficinas, supermercados, hoteles. En todas estas actividades la crisis ha golpeado y se reportan quiebras de supermercados que ocupan grandes espacios constructivos e igual ocurre con oficinas diversas. A finales de julio el Financial Times llamaba la atención sobre este sector y la posibilidad de que fuera el próximo eslabón en la crisis financiera, después de la catástrofe inmobiliaria en el sector residencial, y estimaba en 6,7 millones de millones dólares los valores comprometidos en este sector inmobiliario comercial.
Hay otra amenazadora burbuja en las tarjetas de crédito por un estimado de un millón de millones de dólares. El llamado dinero plástico vivió una larga etapa de saturación propagandística incitando a los estadounidenses a comprar a crédito sin límites racionales, e incluso estimulando a tener más de una tarjeta.
La especulación con los precios del petróleo alimentan otra burbuja, pues los movimientos de precios son influidos con fuerza por la especulación, más allá de las relaciones reales entre ofertas y demanda.
Después de alcanzar un muy alto nivel de 145 dólares el barril en el verano de 2008, el precio del petróleo cayó hasta 33 dólares en diciembre, pero desde entonces ha subido hasta superar los 70 dólares, aunque esa subida no parece corresponder con una real recuperación económica que impulse una sustancial mayor demanda.
Los más sombríos análisis sobre la crisis provienen del economista norteamericano Nouriel Roubini, quien tuvo el mérito de ser el único que dentro de Estados Unidos pronosticó la crisis actual en su dimensión real. Sostiene este autor que la recuperación es todavía apenas inicial y que el crecimiento será anémico durante al menos dos años.
Las razones para esto son varias: las familias se encuentran muy endeudadas y deben ahorrar más, el sistema financiero (tanto bancos como entidades no bancarias) está muy dañado. Pudiéramos añadir que muchos bancos viven gracias al apoyo gubernamental, pero no cumplen su tarea esencial que es ofrecer crédito. Solo en lo que ha transcurrido del año 2009 han desaparecido 89 bancos en Estados Unidos arrastrados por la crisis. Los bancos considerados en situación peligrosa aumentaron a 416 al final del segundo trimestre. Habían sido 305 en el primer trimestre. Estos bancos son aquellos que han sido degradados en su posición debido a problemas de liquidez, niveles de capital o calidad de sus activos. En consecuencia, la falta de crédito retardará el consumo y el gasto privado en inversión.
Otra razón para esperar una recuperación anémica sería que a nivel mundial hay una reducción de la demanda, la cuál está disminuyendo en países muy gastadores como Estados Unidos, Inglaterra, Australia, Nueva Zelanda, en tanto que no aumenta lo suficiente para compensar aquel descenso en países ahorradores como China, Japón, Alemania. Pero, lo más grave en cuanto a la crisis es la posibilidad de que esta sea una de dos caídas (no olvidar que en 1929-33 en dos ocasiones ocurrieron alzas en la Bolsa de hasta 20%, para después caer nuevamente) y que en 2010 se repita otra zambullida con su escolta de destrucción y pobreza.
La doble caída se hace posible porque la finalización en el tiempo del estímulo gubernamental y el regreso a cierta normalidad, se mueven por el filo de la navaja y requerirían un manejo extremadamente fino y preciso. Si el gobierno norteamericano sube los impuestos, reduce gastos —lo cual es improbable a partir del gasto militar creciente— y combaten el exceso de liquidez, podrían hacer abortar la débil recuperación. Por otro lado, si continúan acumulando déficits, imprimiendo dólares alegremente, la inflación crecerá, se elevarán las tasas de interés y la recuperación abortaría igualmente. Aquí no puede olvidarse que China muestra inconformidad con seguir comprando bonos de Estados Unidos en la misma magnitud que en etapas anteriores y los planteos de su gobierno sobre la necesidad de transformar el sistema monetario internacional centrado en el dólar.
Y más, los precios del petróleo y los alimentos pueden aumentar más rápidamente que lo indicado por la demanda real, debido a la especulación y una nueva ronda de muy altos precios del petróleo y los alimentos en medio de una débil recuperación, pueden hacerla abortar también.
Aquellos que creen haber dejado atrás la crisis de 2008-2009 pueden despertar dolorosamente. Esta crisis no es igual a las anteriores y el capitalismo de nuestros días arrastra una combinación demasiado pesada de explotación, inequidad, especulación, agresión al medio ambiente que hacen imposible una recuperación como aquella en términos económicos, sociales y ambientales.
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