Por: Ernesto Pantaleón Medina / Televisión Camagüey
En los últimos meses se han sucedido una tras otras las noticias sobre operativos de las autoridades mejicanas contra las bandas de narcotraficantes.
- Las armas y la cordura
Las más recientes dan cuenta de la detención el 30 de agosto del cabecilla conocido como ¨ la barbie ¨ y hace sólo unos días, del apodado ¨ el grande¨
Pero ¿Qué situación rodea estos triunfos de la ley? Como antecedentes, matanzas de civiles, guerras entre pandillas o entre los aspirantes al dominio de los carteles de la droga.
Como colofón, sangrientos combates de las fuerzas del orden contra delincuentes bien armados y equipados, no con pistolas, revólveres o escopetas de caza, sino con fusiles automáticos de asalto.
Cualquier ser humano con algo de decencia y en su sano juicio, se cuestiona cómo es posible que los asesinos vinculados a los señores de la droga adquieran tales medios.
La pregunta tiene una respuesta simple a la vez que terrible, y la publican no los medios policiales de México, ni órganos de comunicación de tendencia izquierdista, ni los enemigos de los EEUU, sino el influyente diario ¨ The Washington Post ¨.
Este lunes, el rotativo calificó en un editorial como escandaloso e inaceptable el hecho de que ese país sea el abastecedor de armas a los carteles del narcotráfico, y considera que no existe voluntad política en el gobierno de Obama para colaborar con las autoridades del vecino estado en la erradicación del clima de violencia que ha cobrado cientos de vidas, muchas de ellas inocentes.
Y aboga el ¨ Washington Post ¨ porque se prohíba de nuevo la venta de armas de combate, legislación a la que se ha dado de lado en los últimos años.
Porque aunque usted no lo crea, en el país de las libertades y de la democracia se puede comprar no sólo un fusil de caza para matar un venado o un faisán el fin de semana, o para espantar a los lobos en una aislada hacienda ganadera.
Algo comprensible para muchos, pero con igual facilidad se puede adquirir un poderoso M-16 con todos sus cargadores y la munición que elija, incluidas esas balas que perforan los chalecos blindados de los policías.
Puede tranquilamente un asesino segar la vida de una familia que en la noche mira la TV, o asaltar una gasolinera o un banco, con equipamiento que lo hace poco menos que invencible para resistir a las fuerzas de la ley.
Pero también puede un niño tomar del armario del padre un fusil de asalto, y llenar de sangre las paredes de una apacible escuela norteamericana.
¿Hasta cuándo?
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