Por: Ernesto Pantaleón Medina / Televisión Camagüey
¿Te acuerdas, Miguel Ángel?
Así se acercaba un amigo entrañable, cada sábado, a la tumba de su abuelo materno.
A veces, se escapaba de la escuela, en turnos sustraídos al ceñido horario, pero era una necesidad.
Extrañaba (y de qué manera) al viejo, alto y recio como un roble, que sobre la grupa del caballo, lo adentró desde los primeros años en los secretos inextricables de la hombría de bien.
Anécdotas hubo muchas, como la de aquel otro niño que le hinchó un ojo en tercer grado de la primaria, y la lapidaria afirmación del abuelo: ¨ Los hombres nunca regresan a casa marcados ¨.
Murió Miguel Ángel y nunca más volvieron los complicados recorridos por la finca, detrás del avezado jinete, que a cada momento dejaba una enseñanza: no robar, no mentir, no insultar, no pelear sin razón, pero siempre, siempre perdonar.
Hoy el nieto es un buen hombre, en el mayor sentido de la palabra, ese que pone al sustantivo universal una ¨ H ¨ grande e imborrable.
La vida le ha roto la costumbre de visitar la tumba cada sábado, pero en toda encrucijada de su existencia, cuando sólo cabe una opción y no hay margen al error, mi amigo entorna los ojos, frunce el ceño y su expresión se hace como ausente.
Me confiesa que muy bajito, casi para sí mismo, le pregunta al abuelo:
¨ ¿Qué tú crees Miguel Ángel?¨.
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