Cierto día de 1962, cuando yo tenía unos diez años, estaba jugando en el patio de un amigo del vecindario en Tulsa, Oklahoma. Mi amigo tenía una disputa con su madre y me sorprendió cuando este le gritó a la señora: “¡Voy a enviarte a Cuba!”. Como norma se tenía la creencia de que Cuba era el peor lugar de la Tierra y al gritarle semejante cosa a su madre, se podía interpretar como una de las peores cosas imaginables que podían decirse.
Cuarenta y ocho años más tarde me fui a Cuba para averiguar por mí mismo. Formé parte de una delegación de profesionales de la salud que visitó la Isla del 8 al 18 de enero de 2010 para estudiar los servicios de salud cubanos. La delegación fue organizada por la agencia de viajes Marazul, una de las pocas con licencia EE.UU. para facilitar los viajes de los ciudadanos norteamericanos a Cuba.
Después de casi 50 años, todavía están prohibidos los viajes de los ciudadanos de EE.UU. a la Isla. Cuba es el único país en el mundo al que los ciudadanos de EE.UU. no pueden viajar libremente.
Y Cuba, como muy bien me expresó una mujer cubana, “no es el cielo, pero tampoco es el infierno”.
Nuestra delegación, integrada por las organizaciones Witnesses for Peace y el Grupo de Trabajo para América Latina en calidad de consultores, recorrió numerosos centros de salud en La Habana y algunos centros de salud rurales en Puerto Esperanza. Muchas de nuestras reuniones se produjeron en el Centro Martin Luther King, Jr. en La Habana. Al lado de este Centro se encuentra la Iglesia Bautista Ebenezer. Asistimos a los servicios de iglesia, que fueron muy gratificantes. La gente es muy amable. El sermón se centró en la liberación de la opresión. Los asistentes a la iglesia estaban muy emocionados y nos abrazamos y enlazamos nuestras manos durante el servicio. Había un verdadero sentido de la solidaridad con los seres humanos que luchan por una vida mejor expresadas durante los servicios.
Mucho se ha escrito acerca de que el gobierno cubano restringe los servicios religiosos, pero no observamos nada de eso. Visitamos varias iglesias católicas, la iglesia bautista y una iglesia Pentecostal. En Cuba, la atención a la salud se considera un derecho de la misma manera que consideran como un derecho la educación. El cuidado de la salud y de la educación se proporciona a todos los ciudadanos sin ningún costo. Yo estaba impresionado por el amor y los cuidados de salud que nos encontramos. No he visto largas colas en los consultorios, a pesar del hecho de que las asistencia de los médicos es pro-activa y salen a los barrios para ayudar a los pacientes necesitados. Créalo o no, hay médicos de familia con visitas habituales a los domicilios en cada barrio. Hacen hincapié en la prevención como en tratamiento.
También visitamos la famosa Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM), cerca de La Habana, donde los estudiantes extranjeros se capacitan para ser médicos sin costo algunos para los estudiantes y sus familias. Allí hay estudiantes de los EE.UU. y nos reunimos con ellos. Los cubanos exigen que los estudiantes que ellos aceptan en la escuela de Medicina se comprometan a regresar a sus comunidades después de graduarse y a servir a las poblaciones subatendidas, es decir, a los pobres y a las minorías. Anteriormente, en el edificio de la ELAM funcionaba una academia naval, que por decisión del gobierno se convirtió en una escuela de Medicina.
Los cubanos han enviado a unos 135 000 profesionales de la salud a más de 100 países de todo el mundo. Naciones como Venezuela y Haití, así como muchos países de Sudamérica y África son los destinatarios de los médicos formados en Cuba. Cuba sostiene un programa de intercambio con Venezuela, en el que la Isla aporta los médicos a cambio de petróleo venezolano, que ha sido beneficioso para ambos países.
Los cubanos también suelen poner un gran énfasis en la cultura y en la historia. El Palacio Presidencial que ocupó el dictador Fulgencio Batista, ha sido transformado en un museo. Una de las mansiones de Batista es ahora una academia de baile. Los edificios que rodean la casa de Batista, que antes eran cuarteles, están siendo utilizados como escuelas.
La delincuencia es prácticamente inexistente y resulta seguro caminar por las calles de La Habana en todo momento. La gente es muy amable y servicial y parecía genuinamente interesada en conversar con los estadounidenses. Conocí a un anciano afro-cubano que había vivido en los EE.UU. durante 26 años y decidió regresar a Cuba para jubilarse. Nos encontramos a dos mujeres de los EE.UU. que decidieron mudarse a Cuba, donde viven con sus esposos cubanos.
Actualmente existe una legislación en el Congreso destinada a levantar la prohibición de viajar a Cuba. La versión de la Cámara es la HR 874 y la versión del Senado es la S428. Este es el momento para que las personas en contacto con sus congresistas expresen sus opiniones sobre esta cuestión.
Parece irónico que en los Estados Unidos, una nación que se enorgullece de ser “libre”, sus ciudadanos no pueden viajar a este hermoso país, distante a sólo 90 millas de nuestras costas.
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