ROLANDO PÉREZ BETANCOURT
Desde Puerto Rico me escribe una buena amiga de la profesión y tras alabar los adelantos de la tecnología, que le permitieron disfrutar en vivo el concierto en la Plaza, se refiere a lo que considera el momento culminante del espectáculo, allá en los finales, cuando los artistas se abrazaban sobre el escenario y algunos de ellos lloraban y se besaban, y la emoción era una sola mientras el público, brazos en alto, seguía a coro los compases de Los Van Van y mi amiga, desde la sala de su casa ––lo confiesa eufórica–– se daba cuenta, ¡que maravilla, chico!, de cómo un millón de personas podían concretar la magia del amor.
Cinco horas después de comenzar el Concierto Paz sin Fronteras, esa magia del espíritu volando alto podía ser apreciada en su máxima expresión por aquellos que estuvieran en la Plaza, o sentados frente a un televisor, en Cuba o en cualquier lugar del mundo, no importa cuán aceradas tuvieran el alma.
Se sabe, sin embargo, que el odio se las arregla para tirar cerrojos a los propios corazones y mentes que lo incuban.
Mientras el ya histórico Concierto por la paz tenía lugar en La Habana, un grupito (sin adjetivos) sacaba a una calle de Miami discos de los artistas participantes y entre gritos y palabrotas los hacían añicos, bajo el peso de una aplanadora.
Es cierto que el hecho, con no poco de exaltación operística (porque el sainete solariego es otra cosa), tiene precedentes en los anales de la barbarie. Pero ahora, en tanto miro esa foto y la comparo con cualquier imagen del concierto en la Plaza, una risa, pletórica de matices y al menos por el momento ––en que todavía soy cautivo sentimental de la magia del domingo–– no permite concentrarme para hilar unas cuantas palabras de reprueba.
Constancia dejo, eso sí, de que de "los aplanadores" se burlaron, y hasta se enfrentaron, otros residentes en Miami que apoyaban el concierto patrocinado por Juanes en La Habana.
Y como la risa, "eso que da risa", se elabora muchas veces a partir de los contrastes (el gordo y el flaco, el fisto y el mal hablado, el triste y el optimista) aquí están estas dos imágenes tomadas el domingo y que bajo el título de La magia y la aplanadora pretenden, sin muchas más palabras, corroborar el concepto.
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