La apertura en todo el país de numerosas escuelas de este tipo forma parte de las transformaciones que marcan el curso escolar 2009-2010
«Estar cerca de mis padres es la mayor ventaja. Creo que ahora debemos concentrarnos en los estudios. En el campo estaban los horarios de autopreparación y aquí las sesiones son dobles, pero si uno estudia, y le exigen, las cosas pueden marchar. Creo que el cambio fue para mejor».
Así piensa Reinaldo Febles Rodríguez, quien hizo el décimo grado en un Instituto Preuniversitario en el campo y ahora comenzó el onceno en el preuniversitario urbano La Edad de Oro, de Ciego de Ávila.
Maray Abrahantes Méndez, Yennis María Frontel y Ángel Gómez Cabrera, comenzaron el décimo grado también en ese centro y todos coinciden en que el cambio es mejor para ellos, pues están más cerca de la familia, más cómodos y no tienen que estar viajando.
Yuritza Mesa, quien cursa el duodécimo grado en el pre urbano José Fernández Peña, de Las Tunas, admite que en el campo no se sentía mal, pero: «La casa es la casa, ¿verdad? Y saber que por la tarde uno va a estar con su familia alienta mucho.
«A mí me queda lejos la escuela. Pero poco a poco voy adaptándome a la nueva situación. Ya estoy “sintonizada” con los horarios del camello y con algunas “botellas” de personas que viven cerca de mi casa. La distancia nunca será un impedimento para no aplaudir esta iniciativa», apuntó.
La creación de los institutos preuniversitarios en las ciudades fue un deseo manifestado en muchas ocasiones por padres, estudiantes y profesores.
Ya había limitaciones para cumplir el vínculo estudio-trabajo, uno de los principales objetivos de su creación, y su mantenimiento constituye un gasto enorme de recursos para el país.
La profesora Migdalia Ruiz Pérez trabajó durante 14 años en la enseñanza preuniversitaria en Ciego de Ávila, y considera muy positivo el cambio: «A muchos estudiantes ya no les gustaba la vida de becados, por lo que causaban baja al poco tiempo o simplemente se pasaban para la enseñanza politécnica. Así perdimos muchos educandos con buen promedio.
«También se humanizará el trabajo de los profesores. Ya se acabó la guardia en la que cuatro o cinco maestros debían controlar a 500 alumnos un día completo. Se terminó el sacrificio de los profesores que debían madrugar para tomar la guagua con destino al IPUEC. Eso era muy difícil para el que tenía niños pequeños».
Preparar temprano a los maestros
En la Ciudad de La Habana abrieron sus puertas este septiembre 19 preuniversitarios urbanos, de ellos cuatro vocacionales pedagógicos. Desde que se conoció la noticia, la nueva opción abrió nuevas expectativas a padres y estudiantes.
«Mi hijo tenía el máximo en todas las asignaturas cuando terminó la Secundaria Básica, y me “lloró” para que le firmara la boleta para esta escuela», expresó Ivón Barrios, madre de uno de los estudiantes de nuevo ingreso en el Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Pedagógicas Tomás David Royo.
«En definitiva yo no me opongo, porque lo que quiero es que estudie, que no piense en el dinero antes de pensar en los libros. Si esta es su vocación, pues que la siga. Su bisabuelo fue vicerrector de la Universidad de La Habana, quizá esa sea su inspiración para seguir el magisterio».
Claudia Hernández Montes de Oca está feliz. Desde pequeña quiso ser maestra como su mamá, y está en el mejor camino para lograrlo. «Me gustaría ser profesora de Historia o de Cultura Política. Me encanta enseñar, tener la oportunidad de transmitir a otros lo que un día aprendí. Eso me parece lo más lindo y noble que puede hacerse», manifestó.
Por su parte Gabriela Márquez es amante de las ciencias, en especial de la Biología, y espera que en el pre la preparen bien para poder llegar con éxito a la universidad y ser una buena profesora.
Más cerca de casa
En Las Tunas comenzaron en este curso escolar siete institutos preuniversitarios urbanos. Ahora el 31,6 por ciento de la matrícula total de esa enseñanza en la provincia se encuentra en sus aulas. Solo quedaron con régimen interno los centros de los que, por su cobertura geográfica, aún no se puede prescindir.
El preuniversitario José Fernández Peña es uno de los nuevos. Antes de su traslado radicaba en una zona conocida por La Veguita, a varios kilómetros de la cabecera provincial. Ahora está en la periferia de la ciudad, en un espacioso local donado por el MINAZ para que los muchachos estudien cerca de casa.
«La idea de convertirnos en centros urbanos es excelente», asegura Santiago Vega, director del Instituto. «La situación económica del país así lo demandaba. En el campo ya apenas producíamos y no se cumplía en su esencia la máxima martiana que nos dio aliento, el estudio-trabajo».
El director significó que ya tuvieron un encuentro con los padres y empezaron a darles solución a algunos de sus planteamientos, como el del parqueo para bicicletas.
«Tenemos alumnos que viven distante. Están obligados a recurrir a guaguas y coches. Pero ya están tomándole el pulso a esta situación. Hicimos hoy un pilotaje y todos llegaron a tiempo a la escuela.
«En lo referente a la comida, los gastronómicos están ofreciendo meriendas, pero trabajamos para tener aquí, en las inmediaciones, una cafetería permanente y estable que incremente la oferta. Aunque cada quien puede traer un refuerzo de su casa».
Un rol que regresa a la familia
La distancia de la beca a la casa de los estudiantes, las dificultades con el transporte y los horarios de trabajo de padres y profesores dificultaban el vínculo de la familia con los preuniversitarios en el campo.
Orelvis Jiménez Cabrera, director del preuniversitario urbano La Edad de Oro, de Ciego de Ávila, con 16 años de experiencia en el nivel medio superior, asegura que las ventajas en este sentido son ostensibles.
«Me parece que debe ayudar mucho en la labor docente-educativa. Casi toda la responsabilidad educativa recaía en el centro. Ahora eso cambia, porque se puede insertar la comunidad, la empresa cercana, el delegado del Poder Popular, la familia... Ahora somos muchos más para educar al joven si hacemos las cosas correctamente».
Para Mario Zaldívar Salazar, padre de una jovencita que inicia este año sus estudios en el preuniversitario urbano Tomás David Royo, de la capital, las transformaciones que se pondrán en práctica son muy necesarias: «para incentivar el hábito de estudio.
«El apoyo de la familia a la escuela es esencial. Mi esposa y yo estamos decididos a brindar todo lo que sea necesario. Creo que el Ministerio de Educación tiene una tarea titánica que cumplir, para que estos cambios tengan éxito y den el fruto que se espera».
Otra virtud de no estar en el campo la señaló Osmel Reyes, quien durante cuatro años impartió Historia en un IPUEC de Las Tunas devenido hoy centro urbano: «Con la escuela establecida en la ciudad es más fácil vincularse a los museos, los memoriales y los centros de información.
«Y no hay que preocuparse por el transporte, el trabajo con la historia local, los sitios que la hicieron célebre y sus protagonistas están ahora al alcance de la mano. Los rendimientos serán más elevados».
En igual sentido opinó Santiago Vega, director del nuevo pre de Las Tunas: «Estos centros propiciarán que la familia tenga una mayor responsabilidad con el estudiante. «Ahora mamá y papá pueden seguir el día a día académico de sus muchachos. Y exigirles si aprecian que no tienen el rendimiento que deben tener en cada etapa».
De Güira al vedado
«Ante la situación económica esta es la mejor opción. Eran muchos los recursos que se invertían en alimentación, transporte, y otras muchas cosas necesarias para mantener tantos alumnos becados», opinó Estrella Rey, quien, graduada del Destacamento Pedagógico Manuel Ascunce Domenech, trabajó por casi 30 años en centros internos de La Habana.
«El curso pasado impartí Química a 11 y 12 grados en el Instituto Preuniversitario Batalla de Ayacucho, del municipio de Güira de Melena, en la provincia de La Habana, con alumnos de la capital. Ahora daré esa misma asignatura, en esos mismos grados, en el Tomás David Royo», apuntó.
Para esta profesional las cosas habían cambiado bastante en cuanto a la vinculación estudio-trabajo en los últimos años. «Cuando estaba la cosecha de la papa, pues nos incorporábamos. El resto del tiempo era en el huerto del centro, arreglando las propias áreas de la escuela. Tratábamos por todos los medios de cumplir con ese principio».
—¿Qué opinión tiene de los cambios que se realizarán en el proceso docente-educativo?
—Creo que son muy necesarios, por ejemplo en el sistema de evaluación. Aunque en teoría el trabajo del PGI con el estudiante, directo, sistemático, individualizado, incluso con la familia, debe dar buenos resultados, pienso que un mayor rigor hace falta.
«La evaluación es un mecanismo que estimula al educando a estudiar, para consolidar conocimientos. Hay quien tiene más motivación, pero en general la exigencia hace falta para que asimilen mejor los conocimientos».
—Se hace énfasis en la necesidad de ampliar el trabajo con la Historia de Cuba para mejorar la formación de valores.
—Este no es solo un problema de la escuela, o de la beca, es desgraciadamente un asunto generalizado, pero contra ello hay que luchar.
«Nosotros, como pedagogos, sabemos que la labor es difícil en estos momentos, pero nos toca ser un motor impulsor para que esa realidad se vaya cambiando un poco, hay que tratar de rescatar esos valores, que son importantes».
Aunque el peso de las opiniones inclina la balanza hacia lo positivo, temas como la alimentación y el transporte de los educandos, y su incidencia en la puntualidad y asistencia, irán encontrando respuestas durante el curso escolar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario