Ese plan comienza a funcionar en junio de 1990, cuando llegan masivamente niños y sus familiares procedentes de Rusia, Ucrania, Bielorrusia, Moldavia y Armenia, acogidos en el antiguo Campamento de Pioneros de Tarará, en el Este de esta ciudad.
El doctor Julio Medina, coordinador del Programa, explicó que anualmente arriban a Cuba de 700 a 800 niños, para ser tratados por equipos multidisciplinarios de especialistas cubanos.
Hasta el momento, se han tratado pacientes con enfermedades hematológicas, sobre todo con diferentes variantes de leucemia; se han acometido trasplantes de médulas óseas y de riñón, además de cirugías cardiovasculares por malformaciones congénitas.
La doctora ucraniana Nadiezhda Guerazimenko, coordinadora del Programa por ese país, destacó el profesionalismo de los galenos de la Isla.
Agregó que la mejor muestra está en la alta cifra de pacientes que retornan curados a sus países.
El Programa tiene un impacto significativo en la salud y recuperación de los niños y sus familias. En casi dos décadas de funcionamiento, ha prestado atención a más de 16 mil ucranianos, casi tres mil rusos y 671 bielorrusos.
Unas 40 mil personas perecieron inmediatamente y millones quedaron contaminados como resultado de la catástrofe nuclear del 26 de abril de 1986, que afectó en principio a Ucrania, pero luego se extendió a Rusia, Belarús y distintas partes de Europa y Asia.
El suceso provocó varios tipos de enfermedades, como leucemia, tumores, malformaciones cardíacas, problemas renales, psoriasis, vitiligo y alopecia.
Muchos de los niños y jóvenes que hoy son atendidos en Cuba no pensaban nacer cuando el accidente, sin embargo los padres fueron afectados por las radiaciones. (AIN).
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