La llegada del 26 de julio -fecha emblemática en la historia de Cuba- marca hoy una coyuntura especial en el proceso que vive la isla desde el triunfo de los guerrilleros de la Sierra Maestra.
Desde hace bastante tiempo, la celebración del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, -inicio en 1953 de la lucha armada que terminó con la dictadura de Fulgencio Batista-, abandonó cualquier vestigio de conmemoración nostálgica.
Los cubanos no dejan de recordar las horas dramáticas vividas tras el primer intento de Fidel Castro y un puñado de combatientes por cambiar definitivamente el rumbo de una nación entonces sumida en una profunda crisis política y social y en total dependencia del poder económico de Estados Unidos.
El líder de la Revolución cubana, cual Quijote moderno, la emprendió entonces contra Molinos muy diferentes a los de la obra cervantina, con la única diferencia de que, a pesar de representar la estructura supuestamente indestructible de una sociedad egoísta, cayeron ante el empuje de una nueva generación.
Después del triunfo de los guerrilleros de la Sierra Maestra, los aniversarios del 26 de julio se mezclaron con más episodios inéditos para toda América Latina, cargados de peligros a los que venció la naciente epopeya revolucionaria y siempre signados por los vientos de violencia provenientes del Norte vecino.
Los ataques terroristas, la invasión de Playa Girón derrotada en menos de 72 horas para sorpresa del poderoso adversario, la cuasi increíble historia del pequeño país sobreviviendo con posiciones firmes a una amenaza de agresión nuclear, se mezclaron, año tras año, con la llegada de la fecha histórica.
Igual sucedió con la ceremonia de proclamación del Socialismo como modelo definitivo para el desarrollo económico y la vigencia de la justicia social en el país materializada en el contexto impresionante de pueblo presente con fusiles en alto, en cierta forma remedando a los jóvenes antecesores asaltantes del Moncada.
Sin embargo, este nuevo 26 de julio encuentra a los cubanos enfrascados en batallas bastante diferentes aunque no menos trascendentes para el futuro de la nación.
Los esfuerzos a todo lo largo y ancho del territorio hablan de modificar pensamientos y acciones sobre la forma de hacer las cosas para lograr la actualización de un modelo económico que puede brindar más a toda la población con el concurso precisamente de todos.
Dejar atrás anquilosamientos, valorizar al máximo los instrumentos dirigidos a permitir aumentar la producción de bienes, la productividad del trabajo y la distribución más justa de sus beneficios, cambiar todo lo que deba ser cambiado, son las premisas vigentes con las cuales se saluda este 26 de julio.
Lograr que esos empeños se conviertan en realidad representa para los cubanos, sin duda alguna, una batalla de trascendencia singular en el convulso mundo actual y a muchos hará recordar, en cierta forma, la arremetida contra los Molinos escenificada junto a los muros del Cuartel Moncada. (Por Javier Rodriguez Roque)
Fuente: PL
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